Empieza el baile

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UN VIAJE CON DEMASIADOS PROBLEMAS

Hay una gran parte del cine nacional que todavía sigue presa estética y narrativamente de los años 80’s, como si su público potencial añorara todavía aquellas películas de la post-dictadura, un poco declamadas, un poco toscas. Empieza el baile, la película de Marina Seresesky protagonizada por Darío Grandinetti, Mercedes Morán y Jorge Marrale, es un ejemplo de esto: La idea del que estuvo en el extranjero y vuelve al país, lo tanguero con un dejo de llanto constante, el costumbrismo y el peso puesto fundamentalmente en las actuaciones. Con todo esto se podría apostar a un relato autoconsciente con un sentido irónico, pero lamentablemente esta road movie con tono de comedia dramática nunca se corre de su aplicado muestrario de clichés dispuestos sin ningún sentido de novedad.

Una leyenda de la danza tanguera que vive en España hace años vuelve al país para asistir el velorio de su antigua compañera de baile… y de la vida. Pero todo no es más que una mentira urdida entre la mujer y su antiguo bandoneonista, con el objetivo de hacerlo volver para anoticiarlo sobre un viejo secreto. Primera de una serie de revelaciones que la película irá filtrando progresivamente como giros del viaje, de Capital Federal a Mendoza, que los tres protagonistas emprenden a bordo de una destartalada furgoneta Volkswagen. En ese sentido, y más allá de lo forzado que pueda sonar en un comienzo, Empieza el baile se aplica razonablemente a los códigos de la road movie y el viaje tendrá las paradas y complicaciones lógicas, aunque las complicaciones que más molesten sean las narrativas.

De todos modos, y más allá de lo plana que es, no deja de haber algo interesante en la mezcla que propone por momentos la directora. Porque si por un lado Empieza el baile parece una película vieja destinada a un público convencional, las paradas obligadas de la película rutera la llevan de vez en cuando por los caminos de un humor negro algo incómodo y por situaciones humorísticas más propias de una de Todd Phillips, como lo que sucede en la fiesta de un comisario a la que los protagonistas concurren por casualidad. El problema es que la película carece del timing suficiente como para que esos exabruptos de comedia más directa funcionen y no resulten interferencias incómodas o fuera de registro. De paso, tampoco los protagonistas parecen cómodos en esas escenas, más propios ellos al costumbrismo o, tal vez, el grotesco. Empieza el baile es una película que obviamente luce profesional, pero que está lejos incluso de sus propias posibilidades. Apenas hacia el final nos encontramos con una escena bien resuelta, que elude los sentimentalismos para disolver su conflicto principal a puro baile. Sí, es un lugar común, pero de los que resultan inevitables y hasta lógicos.