Ellas hablan

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

En un entorno patriarcal se encuentra la trama de Ellas hablan, la película de Sarah Polley que tiene dos candidaturas para el Oscar que se entrega este domingo 12 de marzo: mejor película y mejor guion adaptado.

Pero los hombres tienen presencia por omisión, ya que ésta es la adaptación de la propia escritora y directora Sarah Polley de una novela de Miriam Toews, publicada en 2019, centrada en los miembros femeninos de una colonia menonita (aunque en el filme no se menciona que sea menonita). En el original, transcurría en Bolivia. Aquí, es algún lugar de los Estados Unidos, a comienzos de la década de 2010.

Lo troncal es la conspiración de abuso sexual descubierta en esa comunidad aislada de la civilización, y la resolución que por primera vez tomarán las mujeres de la congregación.

Ellas hablan bien podría ser una obra teatral, ya que las acciones transcurren prácticamente en su totalidad en el interior de un granero en esa comunidad rural, pero, de ser así, se perdería el laborioso entramado visual que la directora canadiense pergeñó junto a su director de fotografía Luc Montpellier, que ya había trabajado con Polley en Lejos de ella (2006).

La paleta que elabora Montpellier tiene sepias, negros y azules, que se resalta como suele suceder en estos casos con el trabajo del diseño de producción y de vestuario. La música de la islandesa Hildur Guðnadóttir (Oscar por la de Joker; Chernobyl) también remarca más que acompaña, y la banda sonora es disruptiva: incluye Daydream Believer, la canción de 1968 de The Monkees.

“Lo que sigue es un acto de imaginación femenina”, se lee al comienzo de la proyección. Las mujeres, reunidas en ese granero, están por dar su respuesta a años de acoso y abuso sexual. Los líderes -obviamente, masculinos- insistían en que los horrores que experimentaban pertenecían a “los demonios” o, peor, la "imaginación femenina salvaje".

Pero ha llegado el momento de los hechos y no de las palabras. Más todavía para aquellos -aquellas, aquí- que nunca levantaron su voz.

Cada una con su monólogo
Por cierto, en el filme, que no es extenso, pero por momentos se hace largo debido a la profusión de los textos, hay superpuestos planteamientos y discusiones filosóficas y religiosas, que atentan contra el público que no sea muy proclive a escuchar tantas alegorías.

El único hombre que está allí, en el granero, es August (Ben Whishaw, el nuevo de las películas de Bond), el maestro de escuela en el que las mujeres confían, para que escriba las actas de las reuniones. La educación no era una moneda corriente: cuando llegue el momento de la votación, será con sumatoria de cruces.

En síntesis, las mujeres votan sobre tres posibles respuestas: no hacer nada, quedarse y luchar, o irse. Finalmente, quedan las últimas dos opciones, y son las mujeres de dos familias las que terminarán votando cuál gana.

Ellas hablan es un filme coral, con ocho mujeres que representan a tres generaciones distintas, y cada una tendrá su tiempo, su monólogo propio -en eso sí, la puesta vigorosa de Polley se asemeja a una de obra teatral-.

Entre ellas están la más joven, Autje (Kate Hallett), que da la narración de voz en off, Ona (Rooney Mara), que está embarazada víctima de una violación, la más beligerante Mariche (Jessie Buckley), madre de Autje.

También, la desafiante Salomé (Claire Foy, de The Crown), que fue a buscar tratamiento médico para su hija enferma, quebrando las reglas de los hombres. Una adolescente que sufre ataques de pánico, Mejal (Michelle McLeod) y las dos ancianas, Agata (Judith Ivey) y Greta (Sheila McCarthy), que brindarían algo así como la sabiduría de las que más vivieron, y sufrieron.

Párrafo aparte merece la inclusión del personaje de Frances McDormand, -una de las productoras de la película-, que luce heridas en sus mejillas y que no puede imaginarse una vida fuera de esa comunidad en este filme más valiente que logrado.