Ella

Crítica de Ezequiel Obregon - EscribiendoCine

Una voz en tiempos de soledad

La última película de Spike Jonze, recientemente galardonada con el Oscar al Mejor Guion Original, transcurre en un futuro no muy lejano. Ella (Her,2013) se interna en la vida de un hombre que se enamora de una voz, producto de un sofisticado sistema operativo informático.

Tal vez porque no puede desprenderse de su ex pareja, tal vez porque no encuentra nada que lo entusiasme, Theodore Twombly luce “apagado”, sumergido en una melancolía cotidiana. Su mente, sin embargo, trabaja para imprimir emociones en un papel, que son aquellas que otros no pueden expresar con su convicción y destreza narrativa. Claro, sabe cómo dominar el discurso y lo explota, por eso se desempeña como “escribiente de cartas emotivas” que luego –tecnología mediante- se imprimen con la letra de quien las encarga.

Theodore está interpretado por Joaquin Phoenix, uno de los mejores actores de su generación, quien aquí es capaz de dejar entrever todo un mundo tan sólo con una mueca. La película se llama Her (ella), pero él lo es todo.

Casi como un artilugio más (como esos “Tamagochis” que conocimos en los ’90) llega a su alcance una herramienta que asombra por su (¿aparente?) inventiva y nivel de subjetividad. Ella es Samantha, tan sólo una voz (la de Scarlett Johansson) que le ofrece lo que él necesita: compañía. Igual que en Inteligencia Artificial (A.I. Artificial Intelligence, Steven Spielberg, 2001), aquí el dilema pasa por saber cuál es el límite, cuán profundo es el nivel de mímesis entre lo humano y lo tecnológico y, lo que es más interesante, si esa zona liminal puede degradarse hasta fundirse en una misma cosa.

Mientras que en ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999) y El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002) Spike Jonze llevaba a imagen guiones de desbordante inventiva, casi como si la idea fuera superar los puntos de giro ad infinitum, en Ella traslada su premisa “ingeniosa” hacia un espacio más intimista. En ese sentido, su último film es “conciso” si lo comparamos con el resto de su filmografía. Ella contempla el devenir entre ese hombre solitario y esa mujer sin cuerpo, la forma en la que se descubren, se enamoran y flaquean en su vínculo, las posibilidades amatorias que exploran e, inevitablemente, las amargas consecuencias.

Pero la concisión de Ella va necesariamente más allá del guion; de allí que su visión deje al espectador cautivo de ese pobre hombre solitario. Hay un excelso pero nada superfluo diseño de arte; la ciudad “futurista” encandila por su transparencia, como casi transparente es el departamento de Theodore, con sus enormes ventanales que muestran edificios enormes en los que no parece habitar nadie. Hay una deliciosa banda sonora, que muchos habrán descubierto por el segmento musical de los Premios Oscar. Y además del ya apuntado sensible trabajo de Phoenix, hay una pequeña pero significativa participación de Amy Adams, amiga de su personaje, y justas intervenciones de Rooney Mara y Olivia Wilde. Versiones de esa mujer corpórea que al protagonista le es esquiva, a diferencia de la soledad. Tamaña compañía.