El vuelo

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Una película con doble moraleja

"¿Quién eres?". La pregunta le es formulada al capitán William Whitaker por un estudiante universitario y aunque aparece hacia el final, la película está dedicada a dar respuesta a ese interrogante, una tarea que requiere más tiempo de lo que se podría suponer.
Whitaker también es conocido con el apodo de Whip, que en inglés significa "látigo". Es un hombre arrogante, mendaz, irresponsable, mujeriego y el típico sabelotodo. Está separado, tiene un hijo al que hace años que no ve y, además, es moderadamente alcohólico y drogadicto.
Whip trabaja como piloto de una línea aérea comercial. En el inicio del relato aparece en calidad de comandante de un avión que une a las ciudades de Orlando y Miami. Emprende vuelo en una mañana tormentosa, atraviesa algunas turbulencias y lo hace sin mayores contratiempos.
Pero a nueve mil metros de altura, Whip y su copiloto deben afrontar algunas fallas mecánicas que los obliga a realizar un aterrizaje forzoso en un campo. En la emergencia mueren cuatro pasajeros y dos azafatas, aunque la destreza de Whip ha logrado que la operación no se haya convertido en una catástrofe total.
La empresa y los medios de comunicación califican el aterrizaje como una hazaña y a Whip como un héroe nacional. Pero por las pericias y análisis que realiza la NTSB (Junta Nacional de Seguridad del Transporte), se descubren algunas cuestiones que oscurecen su perfil heroico.
Las investigaciones demuestran que Whip consumió alcohol y drogas la noche anterior. Y aquí comienza el segmento central de la historia y lo que realmente interesa de este filme: la lucha íntima de Whip entre ocultar, disimular, rechazar o aceptar la realidad y la culpa por lo ocurrido.
En ese itinerario, Whip alterna distintos momentos y circunstancias con varios personajes secundarios. Por caso, Harling Mays (Goodman), un dealer acostumbrado a llevarse el mundo por delante; el abogado Hugh Lang (Don Cheadle), que canaliza la intriga judicial; y Nicole (la británica Kelly Reilly), una adicta que procura rehabilitarse y ayudar a Whip.
Pero quien soporta el mayor peso es Denzel Washington y lo hace con su solvencia habitual, que le permitió forjarse un lugar destacado en el universo de Hollywood. El director utiliza a su personaje para indagar en el flanco más contradictorio y oscuro del ser humano.
Abundan los tópicos y estereotipos que ya son característicos en el cine de Hollywood, y también cierta artificiosidad en el desarrollo de la historia, que lleva al espectador a adoptar una postura ambivalente respecto de la verosimilitud de la historia.
Pero finalmente lo que en las primeras secuencias aparece como algo extemporáneo va adquiriendo un sentido, hasta arribar a un doble final y una doble moraleja, que también nos debe hacer reflexionar en cuanto atañe a nuestras propias tareas cotidianas.