El vecino

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

“El vecino” (Rumania/ Francia/ Suecia/ Alemania, 2015) de Radu Muntean es un filme que permite muchas lecturas a partir de la poca información que a lo largo del metraje se va presentando. Manejando la intriga sobre el personaje que se menciona en el título local, la narración se va tornando cada vez más densa y sombría hacia el finalizar el metraje.
En la película un personaje, siniestro, misterioso, será el disparador de las obsesiones y elucubraciones de Patrascu (Teodor Corban) un hombre que trabaja como gestor automotor, y reparte las horas de su día con rutinas que incluyen correr por el parque, pasear a su perro y dialogar con su mujer e hijo.
En el aparentemente tranquilo edificio en el que vive, cada vecino, aislado del resto hace sus cosas sin tener que explicarle nada a los demás. De hecho son muy pocos los que interactúan con los demás.
Cuando un día, volviendo justamente de sus rutinas, escucha gritos en uno de los apartamentos, hipnotizado y sorprendido, comienza a subir las escaleras y es seguido de cerca por una persona que sale de allí (Iulian Postelnicu).
Cuando a los días, se entera de la muerte de la inquilina de ese departamento, el miedo lo apodera, pero en vez de amedrentarse o quedarse con una impresión personal sobre la situación, decide ir más allá y omitir este dato a la policía que realiza la investigación.
El vecino, además, comenzará una relación cercana con su mujer e hijo por temas laborales (repara computadoras), por lo que ahí sí, la paranoia se volverá el lugar común de sus días sin poder alejar de su mente por un momento aquello que escuchó detrás de las puertas.
Con una lograda tensión in crescendo, sin que la información se presente en la pantalla, el director Muntean logra un filme hipnótico donde la fuerza de aquello que Patrascu imagina, o piensa, o cree es más importante que todo lo que la puesta en escena transmite.
La lograda interpretación y el verosímil con el que se trabaja constantemente en la película, son también otros de los aciertos con los que la cinta puede atrapar el interés, sin siquiera acudir a golpes efectistas o a resoluciones que complejicen aún más la Hitchcockniana trama.
Y todo esto en medio de un filme realista, que omite exagerar situaciones, como tampoco intenta atrapar la atención desde un lugar preconfigurado, sino, todo lo contrario.
“El vecino” se destaca por su habilidad narrativa, llena de planos detalles que no hacen más que potenciar la sospecha y la culpa, de mostrar la ciudad como un espacio de conquista personal, mientras que el edificio se erige como el lugar de encierro y reclusión, y aunque parezca un trabalenguas, es así, de haber hecho y de no hacer, aquello que uno imagina que se tendría que haber hecho en el lugar del protagonista.