El último hereje

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

«Sin contrarios, no hay progreso. Atracción y rechazo, razón y energía, amor y odio, son necesarios para la existencia humana.
De estos contrarios nace lo que el religioso llama el bien y el mal. El bien es lo pasivo que obedece a la razón. El mal es lo activo que brota de la energía. El bien es el cielo. El mal es el infierno.» William Blake
Thrillers psicológico, policial negro, una de vampiros. Lo siguiente en la carrera de uno de los referentes de género en nuestro país tiene como centro temático esta vez lo religioso. En El último hereje, escrita por Sergio Esquenazi, Germán Palacios interpreta a Juan Conte, un cínico escritor que consiguió bastante éxito con sus libros sobre ateísmo. Tras sufrir un ataque al corazón, un trasplante consigue salvarle la vida. Cuando abre los ojos, consciente ahora de la finitud de todo, decide empezar a ver las cosas de otra manera, como queriendo buscar lo esencial, algo que su única amiga le instaba a hacer mientras se perdía entre polémicas y conquistas intrascendentes. Así es que se permite ahora conocer a una encantadora enfermera con la que desde una primera mirada parecen conectar.
La primera parte de la película se encarga de retratar a este personaje y su cambio de perspectiva, no en sus creencias, donde permanece firme, pero sí al dejar esa postura de escritor arrogante y solitario. Lo ayuda la presencia de Miriam (Victoria Almeida) con quien todo parece ser demasiado lindo rápidamente. Pero esa especie de película romántica y superficial va sentando huellas de lo que sucederá después, cuando los dos pretendan un tiempo a solas y alejados de la ciudad en una casona de campo.
El punto de inflexión sin embargo será otro, aunque se va sembrando antes a través de extrañas situaciones y sueños: cuando despierte secuestrado e intente entender el por qué. A partir de ese momento, sin necesidad de dar más detalles argumentales, el protagonista se ve obligado a enfrentarse y cuestionarse todas sus creencias. Quizás en un momento límite es más fácil ceder a la fe de que hay alguien, algo más. A lo mejor uno necesita creer que no quedó solo y abandonado.
Germán Palacios parece una buena opción para el hombre que finge mucha seguridad pero en el fondo no está seguro de nada. Victoria Almeida es quien tiene el personaje más rico y le permite desplegar todo un abanico de matices. Ambos personajes son vulnerables de un modo muy distinto. Por allí ronda también Gloria Carrá con un personaje que termina prometiendo más de lo que el guion le permite, quedando algo desaprovechada. Es que si bien hay una historia rica y que da para mucha reflexión, se apuesta al efecto y se pierde intensidad dramática.
Con una trama atractiva y algunas vueltas de tuerca interesantes, El último hereje no consigue del todo generar el impacto demoledor que la fuerte historia tiene capacidad de brindar. En la primera parte se regodea en una construcción pobre y artificial del romance (que a la larga le puede jugar a favor para la historia cuando los rostros se revelen) y más adelante en el efecto de lo escabroso por sobre la profundidad emocional. Se nota que hay un conocimiento por el género, se pueden ver muchas influencias pero no es suficiente. Tampoco ayuda la idea de rodarla en HFR, una técnica difícil de dominar que no siempre consigue dar esa sensación buscada. El resto de la factura técnica, la fotografía e incluso la música especialmente están bastante bien.
El último hereje es una propuesta de género ambiciosa y arriesgada que en algún momento pierde su rumbo aunque se guarda un as bajo la manga hacia el final. La lucha entre el bien y el mal, y una muestra más de un género que sigue creciendo en el país y que está ávido por contar historias dispuestas a enfrentarnos con todos nuestros miedos.