El transportador recargado

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Las mismas mañas

Ed Skrein no desentona reemplazando a Jason Statham detrás del volante del Audi S 8.

“No puedes estacionar ahí, estamos haciendo negocios”, le dice en plena noche en la Riviera francesa un proxeneta al malo de la película. “Nosotros también”, y lo acribilla a él y a sus acompañantes. Bajan las nuevas prostitutas callejeras, y le alcanza una tarjeta al único sobreviviente: “Dile a todos que a partir de ahora la prostitución en la Riviera francesa me pertenece a mí”.

Así abre El transportador recargado, sin que aparezca Frank Martin, el personaje del título, que ya no estará encarnado por Jason Statham, como en las tres oportunidades anteriores, sino que ahora el productor Luc Besson eligió al londinense Ed Skrein, 32 años, para reemplazar a su compatriota.
Y la verdad es que el joven no desentona. Parco, barbita de dos días, ojos celestes, cabello al ras, Frank Martin es capaz de pelear él solito contra seis, y ganarles. Se sube a su Audi S 8 negro, se pone el cinturón de seguridad como en la publicidad de YPF, se calza los anteojos oscuros y arranca.

Frank, en esta reboot, sigue con sus mismas reglas: nada de nombres, pregunta cantidad de pasajeros, de paquetes y no debe saber lo que transporta. Si cambian las reglas, se termina el asunto.

La trama es ínfima. Anna (la modelo y actriz parisina Loan Chabanol), una de aquellas nuevas prostitutas del comienzo quiere vengarse quince años después. Ella y otras compañeras de trabajo lo contratan a Frank, pero para que la cosa no termine tan rápido, lo obligan a seguir con ellas porque han secuestrado a su padre (el irlandés Ray Stevenson, rostro conocido en roles secundarios en filmes de acción).

El director Camille Delamarre fue editor en El transportador 3 y en Búsqueda implacable 2, producidas por Besson, y, con un aire a Indiana Jones y la última cruzada por lo de la relación padre e hijo y se verá qué poco más, El transportador recargado está armada en base a las secuencias de acción y entretenimiento. Es eso. Podrá haber alguna salida ingeniosa, pero la fórmula es la misma que cuando detrás del volante estaba el pelado Strathan: cámara ralentizada, choques, persecuciones, autos de la policía destrozados y malvados algo desdibujados.

Las citas a Alejandro Dumas y Los tres mosqueteros no son más que una distracción, porque las callecitas angostas de Mónaco, Cannes y Niza, las playas y el Mediterráneo son el atractivo mayor.