El sueño de Walt

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Pese al desnivel entre las dos historias el conjunto sale a flote

Dos historias separadas por más de cincuenta años conforman “El sueño de Walt” (“Saving Mr.Banks”) de John Lee Hancock, más conocido como guionista de Clint Eastwood (“Medianoche en el jardín del bien y el mal”, “Un mundo perfecto”) que como director (“Un sueño posible”).
La más antigua transcurre en 1906 en un pueblo de Australia y está enfocada básicamente en Ginty (Annie Rose Buckley), una niña cuyo padre Travers Goff (Colin Farell) trabaja en el banco local. El mayor problema del progenitor es su adicción al alcohol aunque en sus momentos de sobriedad logre, en sus propias palabras, transmitirle que “nunca deje de soñar ya que de esa manera podrá ser la persona que ella desee”.
La otra trama transcurre en Los Angeles a principios de la década del ’60 y tiene a Walt Disney (un Tom Hanks estupendo) y su lucha para convencer a la escritora P.L. Travers (Emma Thompson) para que le ceda los derechos para la filmación de su novela “Mary Poppins”. Este conflicto duró veinte años y había empezado cuando las dos hijas de Walt eran pequeñas.
La película va y viene en el tiempo aunque la primera hora dedica más tiempo a la historia más antigua, que es por otra parte la menos interesante. Por un momento este cronista temió que su insatisfacción, ante cierta morosidad del relato, duraría las algo más de dos horas del film. Pero por suerte, cuando el mayor protagonismo lo tuvieron los personajes encarnados por Thompson y Hanks su humor cambió.
Aparecen además en escena otras figuras reales como el chofer (Paul Giamatti) de la supuestamente inglesa Travers o el dúo de hermanos Sherman (Jason Schwartzman y B.J.Novak), los músicos de “Mary Poppins”, y también el guionista Don DaGradi (Bradley Whitford).
Hay un momento brillante de la película cuando los músicos y el guionista logran “quebrar” por primera vez a la hasta entonces renuente escritora con la famosa composición “Let’s Go Fly a Kite”. Otra escena destacable es la visita inesperada a Magic Kingdom (Disneyland), ambientado tal cual lucía hace cincuenta años. Pese a su resistencia, Walt convencerá a la rígida escritora para que suba en la calesita y monte a “Jingles”, al que califica su caballo favorito. Claro que antes el creador de Mickey debió soportar días enteros en que ella se quejaba de que el guión era horrible o caprichos como el oponerse a que en la película el color rojo estuviera presente. Pero peor aún fue cuando la producción pretendió que los pingüinos de la historia fueran animados y ella le respondió con un neto: “cartoons, not an inch”. Quien haya visto la película de 1964 de Robert Stevenson, con la debutante Julie Andrews y un joven Dick Van Dyke, recordará cual fue el desenlace de dicha disputa. Y para quien no la haya visto pero sí en cambio asista a una función de “El sueño de Walt” provocará seguramente el interés de hacerlo.

En algún momento habrá una ruptura y la acción se trasladará a Londres. En su partida desde el aeropuerto de L.A. la escritora le dirá a su chofer que “es el único estadounidense que le ha caído bien”. Esa frase sintetiza un poco la animadversión generalizada que ella experimentaba hacia la sociedad norteamericana y explicará la presencia de Walt al día siguiente en la capital inglesa.
Será ese un momento donde él le dirá que no es un “rey Midas de Hollywood” y le contará acerca de su niñez y la dureza con que su padre Elias Disney los trataba a su hermano mayor Roy y a él. Pero además la reconfortará a ella diciéndole que “todos tenemos una historia triste”. El espectador encontrará entonces una mayor justificación a los dos relatos paralelos y alguna revelación adicional que por respeto preferimos no develar.
Agreguemos la escena final del estreno de “Mary Poppins” en un esfuerzo de producción (y costo) significativo y que hacen que en el conjunto “El sueño de Walt” logre salir a flote pese a cierta lentitud y escaso interés del inicio. A destacar además la música de Thomas Newman, único nominado al Oscar. Quizás Emma Thompson hubiese merecido integrar la terna. En cuanto a Hanks también, aunque en su caso la nominación está por su buena actuación en “Capitán Phillips”.