El seductor

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La talentosa directora de Las vírgenes suicidas, María Antonieta, la reina adolescente, Perdidos en Tokio, Somewhere: En un lugar del corazón y Adoro la fama construyó con esta remake de El engaño/The Beguiled, clásico dirigido en 1971 por Don Siegel y encabezado por Clint Eastwood, la película más oscura y al mismo tiempo más accesible de toda su carrera. Una incursión en el cine de género, pero sin perder la elegancia visual ni sus marcas de estilo.

La novela de Thomas P. Cullinan (1966) ambientada en 1864 (plena Guerra de Secesión) y ya filmada por Siegel no parecía, en principio, un material que uno pudiese imaginar como ideal para Sofia Coppola. Sin embargo, el resultado de los 93 minutos de El seductor es tan convincente en términos dramáticos, narrativos, visuales y actorales que uno debe sacarse el sombrero y reverenciar la ductilidad de una directora que, más allá de las marcas de estilo que se mantienen, aquí pone su talento al servicio de la historia y no el conflicto como excusa para regodearse en su virtuosismo.

Colin Farrell y Nicole Kidman -que venían de protagonizar la espantosa The Killing of a Sacred Deer, del griego Yorgos Lanthimos- se lucen aquí junto al resto del elenco (en el que aparecen desde Kirsten Dunst hasta Elle Fanning) para una película que luce como la más concentrada, tensa, oscura y perversa de la carrera de Coppola.

La trama es sencilla: un soldado de la Unión (Farrell) es encontrado malherido por una de las cuatro niñas que todavía permanecen en un seminario de una zona de Virginia tomada por la guerra civil. Junto a las alumnas (la más grande está intrepretada por Fanning) conviven en esa casona la responsable del lugar (Kidman) y la maestra (Dunst). Las seis mujeres, de muy distintas maneras y en diferentes grados, se verán obsesionadas (algunas con pasión, otras con desprecio, otras con simple curiosidad infantil) por el recién llegado, un “enemigo” al que se niegan a entregar a los soldados secesionistas.

La película -fotografiada con suma elegancia en 35 milímetros por el francés Philippe Le Sourd, que venía de colaborar entre otros con Wong Kar-wai- combina el trasfondo bélico, cierta estética de western y elementos propios de los cuentos de hadas (la niña que junta hongos en el bosque) con el intenso drama de un universo cerrado femenino que se ve invadido y viciado con esa inesperada presencia masculina.

El seductor -que invierte el punto de vista masculino del film original y lo convierte en femenino para concentrarse en los códigos que se establecen entre esas mujeres- va del erotismo y el voyeurismo al más puro gore (aunque también con un muy buen uso por momentos del fuera de campo), del melodrama de época en tiempos de Guerra Civil a la comedia negra y perversa con toques feministas. Lo más valioso es que Coppola, aun en terrenos hasta ahora inexplorados en su cine, parece desenvolverse con absoluta elegancia y convicción.