El robo perfecto

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Duelo en los suburbios

Vivimos en una época en la que gran parte del cine de género industrial -y para qué negarlo, también su homólogo indie- se mueve en un terreno que va de lo flojo anodino a lo correcto olvidable, con un montón de películas cayendo para colmo en un punto intermedio que por un lado suma todavía más indiferencia a la ecuación y por el otro solidifica la obsesión de los productores contemporáneos con caerle bien a todo el mundo (lo que implica que se construyen films para nadie en especial, sin personalidad definida) y/ o con seguir con los mismos estereotipos de siempre en un ciclo de refritos ad infinitum (ya si siquiera utilizan la licuadora caótica del pasado, ahora predomina un “cortar y pegar” a partir de un purismo que deja a cada retazo narrativo sin modificaciones significativas, presto a una nueva réplica con vistas a que el público menudo se reconozca en el cliché).

El Robo Perfecto (Den of Thieves, 2018) es otro ejemplo de este estado de cosas aunque por suerte se inclina hacia el costado más positivo de la escala, regalándonos una obra entretenida y no mucho más que por lo menos logra aprovechar los resortes paradigmáticos del enclave en cuestión, las heist movies, subgénero del policial negro. Esta ópera prima como director del hasta ahora guionista Christian Gudegast no se anda con vueltas y en esencia funciona como una remake encubierta -y mucho más sencilla- de Fuego contra Fuego (Heat, 1995), el neoclásico de Michael Mann con Al Pacino y Robert De Niro: en esta oportunidad el líder de los ladrones de bancos es Merrimen (Pablo Schreiber) y la cara visible de los policías Nick Flanagan (Gerard Butler), con un nexo central entre ambos que se va desdibujando con los minutos, Donnie (O'Shea Jackson), el chofer de los bandidos.

La propuesta es simple a más no poder aunque al mismo tiempo disfrutable porque sabe exactamente hacia dónde se dirige y va preparando con paciencia su nicho: luego de un muy buen comienzo con el “robo adelanto” de turno y la muerte de uniformados, tenemos alrededor de una hora de desarrollo de personajes en la que conocemos la vida de Flanagan -padre de dos niñas, un tanto violentito en su trabajo y adicto a las strippers- y vemos cómo secuestra y presiona/ amenaza a Donnie para que se transforme en un informante sobre ese gran atraco que todos estamos esperando, el de la sede de Los Ángeles de la Reserva Federal. Es precisamente esa última hora de un metraje que llega a los 140 minutos la que termina de volcar el asunto al cine satisfactorio de acción, gracias a una andanada de secuencias apuntaladas en el nerviosismo, alguna sorpresa y muchos tiros entrecruzados.

Por supuesto que Butler continúa siendo el mismo payaso de siempre, algo así como una caricatura de los héroes berretas de la testosterona de las décadas del 80 y 90 (asimismo parodias demacradas/ hilarantes de derecha de los verdaderos antihéroes de los 60 y 70, aquellas glorias de izquierda), sin embargo aquí está bastante bien y se beneficia mucho de la serenidad de Schreiber, su contraparte (Jackson tampoco está mal pero no ocupa un lugar preponderante hasta el remate final). Entre el “código de caballeros” del suburbio y cierto aire a western crepuscular durante la segunda mitad del relato, El Robo Perfecto ofrece un duelo agradable que apuesta inteligentemente a la ambigüedad ética entre los supuestos buenos y los supuestos malos, tomando nota de lo que ocurre en nuestra realidad, en la que la policía suele ser más peligrosa que los criminales por su triste sensación de impunidad…