El refugio

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Allí donde pertenecemos

La película de Ozon habla de responsabilidades, amores pasajeros y la imposibilidad de ser feliz.

Si cada película de Francois Ozon es distinta a la anterior -y seguramente a la próxima-lo que llama la atención en El refugio no es la trama ni el tema (los grandes directores no suelen cambiar de tema, sí hacer distintas variaciones) sino la sequedad con que trata a su protagonista, Mousse, una joven embarazada que decide hacerse cargo de su estado cuando su pareja muere por una sobredosis.

Ozon, director de 8 mujeres y La piscina , trata sin ningún tipo de miramientos o condescendencia a Mousse, quien si no murió junto a Louis es porque tuvo más suerte. Adicta a las drogas, desoye el consejo de la madre de su pareja, que apenas ha enterrado a su hijo le “sugiere” que lo mejor sería que ese bebe no naciera. Mousse, que será cualquier cosa y, además, independiente, se marcha y aloja en una casona cerca del mar, a esperar que su físico cambie y tener su criatura.

Si la película abre con escenas fuertes -la inyección de la droga propiamente dicha-, luego Ozon decide narrar con mesura y hasta una puesta de cámara más tradicional. La llegada del hermano de Louis a la casa en la playa -nunca se sabe si enviado por su madre para “controlar” a Mousse-, de paso hacia España, le devuelve ese protagonismo compartido a Mousse, ahora con un gay y, en muchos aspectos, distinto a Louis.

Pero el centro es Mousse. Siempre. Ozon sí parece entusiasmarse con los cuerpos -el de Mousse en sus distintos momentos del embarazo, el del hermano en la playa-. Ellos son jóvenes, apuestos, pero algo no condice con esa situación de apariencia, de lo externo: no hay regodeo sino contraposición con, más que lo que dicen, lo que hacen.

El refugio del título no es, como podría preverse, el cuerpo de Mousse con respecto al bebé, sino el lugar, físico, en el que Mousse decide alojarse. La pertenencia, la ausencia del amor, la imposibilidad de ser feliz y las responsabilidades que se deben asumir son sólo un puñado de los asuntos que aborda Ozon, y para los que Isabelle Carré aporta mucho más que su phisique du rol.

Mousse es una mujer inabordable. Cuando creemos saber qué o cómo piensa, muy probablemente estemos equivocados. Ella sola sabe adónde pertenece: pese a todo lo que sucede, el filme nos dice lo afortunada que es.