El refugio

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Ozon, y una película a corazón abierto

En El refugio, el director francés vuelve a indagar en el universo femenino y esta vez apunta a la esperanza

El prolífico e inclasificable director francés François Ozon suele sorprender año tras año con películas muy disímiles entre sí. En El refugio -largometraje que le valió el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián 2009-, va todavía más allá y el cambio de género, registro, clima y tono se da dentro del mismo film, que arranca como un durísimo y oscuro melodrama sobre la muerte y muta luego hacia un relato romántico y luminoso sobre la vida (la llegada de un bebé), aunque -claro- con una inesperada e inquietante vuelta de tuerca final.

El realizador de 8 mujeres arranca el film como el Philippe Garrel de Inocencia salvaje y luego lo convierte en heredero del cine de Eric Rohmer (por ahí aparece incluso Marie Rivière, actriz-fetiche del director recientemente fallecido), aunque en varios pasajes retoma elementos ya elaborados en otros trabajos suyos, como Bajo la arena, La piscina y Tiempo de vivir .

En la primera secuencia del film vemos cómo Mousse (gran trabajo de Isabelle Carré) y Louis (Melvil Poupaud), una pareja joven de clase media-alta de París, reciben la visita de un dealer que les vende gran cantidad de heroína. Ellos se inyectan una y otra vez, hasta que una mañana la madre de él los descubre tirados en el piso del departamento. El ha muerto. Ella queda en coma y se salva de milagro. En el hospital descubren, además, que está embarazada.

Luego de ese estremecedor arranque, El refugio cambia por completo de propuesta: Mousse se traslada a una casa de veraneo ubicada frente al mar en un hermoso pueblo del País Vasco francés y allí es visitada por Paul, hermano del fallecido Louis y el único de esa familia que no ha alimentado un fuerte rencor hacia ella. Mientras el embarazo continúa, Paul -que es homosexual- y Mousse entablarán una relación cada vez más íntima.

Puede que para algunos la propuesta de El refugio resulte algo naïve y elemental, pero Ozon no intenta ocultar su mirada humanista y esperanzadora. Y lo hace con un relato bello y sensible, no exento de momentos de emoción y lirismo sobre la liberación, la reconciliación y el redescubrimiento interior. No hay aquí espacio para sesudas elucubraciones intelectuales. Se trata de una película pequeña y directa, hecha con nobleza y sin ambigüedades. A corazón abierto.