El quinto poder

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Una revolución conveniente

Tal vez en El quinto poder el director Bill Condon y su guionista Josh Singer se confundieron y pensaron que la historia de Julian Assange y la invención de WikiLeaks era una historieta de Marvel. Algún despistado puede esperar la aparición de Batman o imaginar que este filme es la genealogía de un oscuro y rebelde superhéroe menos conocido: “El albino voluntario”. La primera revelación pasa por el misterioso pasado de este paladín australiano de la libre circulación de la información: ha crecido en el seno de una comunidad denominada “La familia” cuyos miembros se tiñen el pelo de blanco, y como Steve Jobs es hijo (tardío) de la contracultura. He aquí la profundidad psicológica del filme.

La exposición narrativa es circular. Arranca con una breve enunciación del mayor escándalo protagonizado por Assange y su organización: el famoso video "Asesinato colateral" y la publicación en 2010 de cientos de documentos secretos de la "Guerra contra el Terrorismo" iniciada en Afganistán por parte del gobierno de Estados Unidos. Inmediatamente, el filme retoma los inicios de WikiLeaks, apenas unos tres años atrás, en el momento en que la intuición esencial de Assange sobre la viralización de la información secreta a través de la web opera como una desestabilización del poder de las élites mundiales. ¿Cómo conseguir el secreto? Siempre existen individuos en las organizaciones que están dispuestos a decir la verdad. La clave es sostener el anonimato del informante, y Assange no tardará en citar a Oscar Wilde: "Dale una máscara a un hombre y dirá la verdad".

Hasta llegar al momento de la publicación de los "Diarios de la Guerra de Afganistán", cuando mejora sustancialmente como un presunto thriller político, la película trasunta, entre clips de viajes de Assange por todo el mundo, los vericuetos de su relación con su principal socio, Daniel Domscheit-Berg (amigo y traidor), y hay una ridícula tendencia a mostrar en forma de metáfora el concepto revolucionario del dúo justiciero: cada vez que se los ve con sus computadoras tramando una denuncia en una oficina vacía, la película parece la introducción a un videojuego.

La gran paradoja de El quinto poder, cuyo punto de vista es más reaccionario que revolucionario, no reside sólo en su extraordinario poder para descafeinar el costado político de su historia sino en sugerir un problema que excede al filme: lo que se revela no rebela. La famosa revolución de la información no lleva a la rebelión. Saber con pruebas lo que ya se sabía no atenta contra un sistema empeñado en persistir hasta el infinito. La información indigna por un rato.