El principito

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No quería ser mayor

El director de “Kung Fu Panda” supo trasladar la pureza de la historia y de los personajes de Saint-Exupéry.

Con El Principito cada lector ha construido una relación y una ligazón única e irrepetible. Sabe qué frase le ha conmovido más, cuál le ha servido de guía si lo leyó de pequeño, o de grande, así que cualquier adaptación del libro de Antoine de Saint-Exupéry podrá, siempre, parecer ajena.

Pero no lejana. No, si precisamente lo que se hace es adaptar el libro contando cómo la experiencia de su lectura afectó a quién narra.

Y eso es lo que ha hecho Mark Osborne. Por un lado, el director de Kung Fu Panda creó una historia para a su vez contar en paralelo la de El Principito. La realizó con animación en CGI, y resguardó los personajes y la historia que está en el libro para hacerla con la técnica de stop motion. Ningún niño ni adulto puede confundirse.

La que abre el filme es la de La Niña, que se muda con su madre -el padre los dejó- justamente al lado de la casa de El Aviador. El barrio es más bien cuadrado, como el comportamiento de los adultos, nos dice el director, pero la destartalada casita de El Aviador está llena de secretos, que La Niña, pasada una primera instancia de retraimiento, empezará a descubrir. Y a disfrutar.

Este El Principito es la historia de una amistad entre una niña. a la que su madre obliga a crecer y a superarse, con un hombre que, ya anciano, mantiene el espíritu y la mirada de un niño. Como para comprender que las personalidades no varían de acuerdo a los almanaques, sino a lo que uno mantiene fresco en su mente, en su corazón, en su espíritu.

“Crecer no es el problema, olvidar lo es...”, dice el autor, aquí también citado. Como la historia nueva debe tener sus propios códigos -hay drama, comedia, y unos cuántos guiños con el relato original- es fácil dejarse llevar, y perderse (en un buen sentido) entre lo que le pasa a El Principito y a La Niña.

Y dejen a los chicos armar su propia relación, elaborar sus paralelos entre los personajes, las metáforas, y apropiarse de la narración. El Principito, la película, tiene mucha emoción, Osborne supo cómo trasladar la pureza de la historia y de los personajes aunque haya tenido que abreviar.

Y lo mejor, es posible que los chicos quieran zambullirse ellos mismos en la lectura del libro de Saint-Exupéry, y a los adultos pegarle una nueva ojeada no nos vendrá nada mal.