El príncipe del desierto

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Una película que, a pesar de sus fallas, tiene su atractivo

El francés Jean-Jacques Annaud es un especialista en dramas épicos que suele rodar en todos los rincones del mundo. Luego de El nombre de la rosa , El amante y Siete años en el Tíbet , le tocó el turno a una historia ambientada en el desierto árabe durante los años 30.

En este sentido, el guión de Menno Meyjes (quien escribió varios proyectos para Steven Spielberg, incluyendo Indiana Jones y la última cruzada ) propone un regreso al cine clásico de aventuras, que Annaud aborda con una narración y hasta con un look old-fashioned , casi como si se tratase de una producción de los años 40 o 50 (de hecho, la novela original de Hans Ruesch que sirvió de base para el proyecto es de 1957).

La trama tiene un poco de todo: batallas con despliegue de masas, romance, conflictos familiares, luchas por el poder político y religioso, así como un trasfondo económico ligado al surgimiento de la industria petrolera y la avidez de los extranjeros por dominarla (en este terreno se puede trazar más de una analogía con el presente).

Los problemas del film son varios: desde cierta superficialidad que sobrevuela todo el relato y que no nos permite identificarnos demasiado con los conflictos de los personajes hasta cierta sobreactuación de intérpretes que en muchos casos no se llevan demasiado bien con los diálogos en inglés (entre ellos Tahar Rahim, la revelación de Un profeta , y Antonio Banderas).

Sin embargo, en medio de esas limitaciones, el guión de Meyjes nos regala más de una sorpresa y, en los momentos más impensados, brotan -cual agua de un oasis- varias notables secuencias, en las que Annaud y su director de fotografía Jean-Marie Dreujou aprovechan al máximo la imponencia de los paisajes desérticos de Túnez y Qatar. No será Lawrence de Arabia , está claro, pero esta película "a la antigua" tiene su nobleza y no pocos atractivos.