El poder de la moda

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

La periodista de moda Diana Vreeland supo escribir sobre Balenciaga: “Balenciaga decía a menudo que las mujeres no tenían que ser perfectas o bonitas para llevar sus prendas. Cuando vestían su ropa, se volvían hermosas”. Me pareció pertinente recordarla porque en la película que nos compete, su protagonista, una diseñadora que llega de París a su pueblo natal australiano, menciona que Balenciaga la quería. Y es que Myrtle “Tilly” Dunnage, una Kate Winslet esplendorosa, logra exactamente eso con las aburridas mujeres del pequeño pueblo aburrido que la desterró hace largos años y al que hoy regresa como una talentosa diseñadora de moda. Y es ese talento, ese poder que tiene para transformar a las mujeres, que comienza a transformar no sólo a ellas, sino a todo el pueblo.
The dressmaker, la película en su título original, está dirigida por Jocelyn Moorhouse quien regresa al cine tras largos años de ausencia con un guión escrito por su marido, P.J. Hogan, y basado en la novela homónima de Rosalie Ham.
Tilly regresa a su pueblo natal e inmediatamente se roba las miradas. No sólo la de aquellos que la miran sabiendo quién es y la fama oscura que la rodea, sino también miradas de admiración y atracción. Tilly no pretende pasar desapercibida y tiene los medios necesarios, su talento para el diseño y la costura, para que así sea. Pero el propósito de su regreso no es precisamente el de transformar a aquel pueblo pequeño e infierno grande en un lugar más hermoso, sino que tiene que ver con un pasado que no recuerda del todo y con el que necesita hacer las paces, a través de la venganza.
La película comienza más bien como una comedia, por momento exagerada y con ciertas referencias al western, pero a medida que su protagonista va retornando a ese pasado de la mano de una madre que no la recuerda o finge que no la recuerda y miradas desaprobadas de ciertos habitantes, su tono se va tiñendo de comedia dramática, hasta llegar a un último tercio más oscuro, con algunos golpes bajos que terminan desluciendo el logrado comienzo del film.
Un gran punto a favor que tiene el film, es su elenco. Desde una impecable Kate Winslet capaz de demostrar todo su sex appeal, hasta secundarios como Liam Hemsworth en un papel con mucho corazón y armando junto a Winslet una inesperada pero agradable pareja, Sarah Snook como la vecina poco agraciada que a través de la vestimenta adecuada (los diseños de Dunnage) se convierte en una atractiva mujer y consigue como marido a aquel a quien le echó ojos pero apenas la registraba, Hugo Weaving como el curioso comisario que tiene como fetichismo la ropa de mujer, y especialmente Judy Davis como la inestable madre de la protagonista.
Como era de esperarse, el film se destaca por un vestuario jugado y atractivo, a cargo de Marion Boyce en términos generales y Margot Wilson especialmente para los que viste Kate Winslet.
Un film simpático pero desparejo, que lamentablemente a medida que avanza va perdiendo el brillo que desde sus primeras escenas logra. Su extraño mix podría haber generado algo más interesante y arriesgado.