El poder de la moda

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - Tiempo de Pochoclos

Si hay algo que atrapa de The Dressmaker, traducida aquí como "El Poder de la Moda", son las actuaciones de tres de los actores del elenco. En primer lugar, está Kate Winslet que nos tiene acostumbrados a roles tan diversos que tiene tiempo sin sorprendernos por más que suele brindarnos buenas actuaciones aún en su peor momento. Pero lo cierto es que se entrega con encanto, armada con un vestuario divino que seduce. Su humor es delicado y los momentos dramáticos de su actuación están afinados con mucho detalle. Hay incluso un guiño con su desnudez, tan frecuente en sus personajes, que aquí da risa. Después están Judy Davis y Hugo Weaving que destacan con mucho tino para el humor sin descuidar el drama. Davis interpreta a la madre de Myrtle y lo hace a un ritmo preciso para los chistes ácidos a la vez que atiende al drama de una mujer abandonada. Weaving interpreta al sargento del pueblo que esconde (y goza de) un secreto apasionante. Y el actor no edulcora los momentos más conflictivos, sino que los afronta con una franqueza fascinante. Atrás no queda Sarah Snook quien interpreta a la feucha Gertrude con matices a pesar de su cambio drástico. Y sin duda, Liam Hemsworth no es más que una cara (y cuerpo) linda, pero la directora lo aprovecha sin tapujos y destacando su sencillez. Son las actuaciones las que le dan dimensionalidad a personajes que, en papel, podrían ser caricaturas.

El guión, adaptado de la novela homónima de Rosalie Ham, da vueltas, y muchas, sobre una misma idea de la venganza replanteada desde distintas maneras. Y los personajes no son mucho más que esbozos de una misma idea. Esto hace que la película, que va a ser distribuida en Estados Unidos por Amazon Studios, se sienta lenta a ratos. Pero no impide el disfrute. Ahí está la tremenda química entre los actores mencionados y el resto del elenco, un vestuario para recordar y escenas valiosas. En particular, el vestuario de Marion Boyce y Marion Wilson, inspirado en diversos diseñadores, busca que Myrtle destaque del resto pero no los opaque. Hay momentos para que cada mujer del elenco resalte y esto hace la historia más fascinante en su búsqueda de empoderar, aunque sólo sea por un instante, a las mujeres (y a los hombres) del pueblo.

Por su parte, la música de David Hirschfelder también está muy cuidada. Explora a través de diversos instrumentos las particularidades del pueblo y no sólo acentúa los momentos más tensos. También ameritan mención los decorados de Lisa Thompson, en particular los de la casa más cuidada del pueblo donde las paredes relucen de empapelado floreado o de colores brillantes. Retrata así, con detalle, las manías de los personajes que la ocupan. Ésta es, al final, la historia de un reencuentro con un momento en la infancia de Myrtle.