El perro samurai

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

LOCURAS EN EL ORIENTE

El comentario sobre un tráiler no debería formar parte de la crítica de una película porque es un hecho que excede a la misma, pero en este caso estimo que es pertinente. Un poco porque vendía mal (muy mal) a la película, y otro tanto porque esa baja expectativa posiblemente potenció la recepción positiva que tenemos al verla. El avance de El perro samurái nos vendía la historia de un perro un poco torpe que tenía que aprender a ser un guerrero, por lo que inmediatamente pensábamos en que esto era “Kung-Fu panda con un perro”. Pero el film animado de Chris Bailey, Mark Koetsier y Rob Minkoff es algo más que esa simplificación y queda en evidencia desde el mismísimo arranque.

En esa primera escena, un grupo de personajes viene cabalgando y de repente se choca con los títulos sobreimpresos. Gesto autoconsciente que inmediatamente nos instala en otro lugar. Y mucho más cuando descubrimos que una de las voces originales es la de Mel Brooks, pero que además el director de El joven Frankenstein es productor y guionista. Y es que precisamente El perro samurái es una reescritura, remake, homenaje -o como usted quiera etiquetar- de Locura en el oeste, la exitosa comedia que Brooks estrenó en 1974 con Gene Wilder en el protagónico. Aquella era una parodia de los westerns en el preciso momento histórico en el que el género comenzaba a dar las hurras. El perro samurái, entonces, recupera un poco de la estructura y organiza algunas secuencias alrededor de la original, a veces un poco forzadamente como cuando hacia el final se rompe la cuarta pared y los personajes se escapan de la pantalla del cine. En Locuras en el oeste eso tenía una integración con lo que se venía contando y aquí surge más como gesto.

Lo mismo podemos decir de la secuencia de flatulencias, que en el clásico de Brooks operaba como comentario que rompía con la mitología de las películas del oeste y que aquí aparece apenas como gag escatológico y un poco toscamente. Pero aún en esa torpeza para integrar el homenaje a una narración nueva y -mucho más- a un lenguaje diferente como es el del cine animado para chicos, hay en El perro samurái un regreso a los tiempos en que la comedia se preocupaba antes que nada por hacer reír. Y ese espíritu que campea a lo largo de sus más de 90 minutos (incluso en los juegos de palabras tontos) es el mejor homenaje que la película puede hacerle a Mel Brooks. También en ese movimiento se distancia bastante del resto de la animación que se estrena por estos tiempos, e incluso se sobrepone a una animación un poco regular y a un diseño de personajes no del todo lúcido.