El perro Molina

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Fascinante tragedia de un descastado

Incansable y consecuente, referente de un cine siempre potente y visceral sobre los conflictos sociales y la marginalidad en el conurbano bonaerense, José Celestino Campusano parece estar buscando nuevas geografías e historias. El Perro Molina -un viejo guión suyo para el que recién ahora consiguió los recursos necesarios- se rodó en la ciudad de Marcos Paz y sus próximos largometrajes estarán ambientados en el barrio porteño de Belgrano, en Valdivia (Chile) y en la zona de Esquel.

El Perro Molina es una película más importante en cuanto a despliegue técnico y de producción (por ejemplo, el uso de grúas y de una cámara Red One), pero al mismo tiempo más contenida, más clásica que sus épicas como Fango o Fantasmas de la ruta.

Inspirada -como todas sus películas- en hechos verídicos, la película se centra en las desventuras de Antonio "El Perro" Molina (Daniel Quaranta), un veterano y curtido delincuente de poca monta, un duro que intenta sostener sus códigos y lealtades en un universo donde todo eso se ha desbarrancado con "pibes chorros" que matan sin pruritos ni mayores consideraciones.

El film tiene otros personajes fuertes: Natalia (Florencia Bobadilla), esposa del abusivo y corrupto comisario Ibáñez (Ricardo Garino) al que decide abandonar luego de múltiples infidelidades de él para ganarse la vida como prostituta; Calavera (Carlos Vuletich), un proxeneta amigo del Perro, y Ramón (Damián Ávila), un joven que tiene al protagonista como referente.

Campusano sostiene la narración a partir de conflictos básicos (el triángulo amoroso entre Ibáñez, Natalia y Calavera, la relación maestro-alumno entre El Perro y Ramón; el sueño imposible de retirarse del hampa propio del film-noir), pero aun cuando la película se resiente por momentos por los habituales desniveles actorales o ciertos diálogos demasiado "escritos" y recitados con solemnidad por algunos intérpretes, jamás pierde la fuerza, la convicción y la credibilidad para una historia intensa y atrapante.

Las contradicciones generacionales entre la vieja guardia del hampa y los adolescentes descontrolados de hoy, los negocios oscuros de la prostitución y aquellos manejados por la propia policía son algunos de los temas que Campusano expone en los 88 minutos de una película en la que hace un impecable uso de las locaciones de Marcos Paz y se nutre de los propios vecinos en varios de los papeles secundarios.

Con elementos propios del policial y del melodrama romántico (aquí los hombres también lloran), esta nueva tragedia sobre un descastado, sobre alguien que intenta cuidar su linaje pero no logra revertir su destino, resulta un hito más en la prolífica, provocativa, audaz y siempre fascinante producción de Campusano.