El padre de mis hijos

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Tras codirigir Las mantenidas sin sueño y filmar El día trajo la oscuridad (y antes del estreno también este año del muy buen thriller político Unidad XV), Martín Desalvo presenta esta (tragi)comedia de enredos sentimentales que, bajo su superficie lúdica, su fluidez y su desparpajo, esconde una mirada descarnada y visceral a las angustias (las presiones, los mandatos sociales) de las mujeres cuando los cuarenta se acercan.

Eva (Mora Recalde) cumple 38 años, se acaba de separar de una pareja con la que compartió demasiado tiempo (Javier Drolas) y su hermana menor (Paula Carruega) se casa y está embarazada. Sus padres (Horacio Fontova y Mirella Pascual) están felices con ser abuelos y metidos en sus propias miserias, por lo que no le prestan demasiada atención. Los que sí tienen interés en ella son su ginecólogo (Julián Lucero), un padre divorciado (Ezequiel Rodríguez) y su joven alumno en las clases de bajo que ella da (Santiago Magariños). Como amiga y confidente aparece el personaje que interpreta Romina Richi, la típica amiga guarra que la anima a aventurarse en diversas búsquedas (como simpático dato de color Richi aparece en la ficción como madre de Margarita Páez, su hija también en la vida real).

El padre de mis hijos describe el patético y al mismo tiempo encantador caos de la vida cotidiana, los aspectos menos glamorosos de la intimidad femenina, las desventuras sexuales, las contradicciones permanentes. Es una comedia absurda hasta lo deforme, incómoda por momentos, pero que intenta ser lo más honesta posible. Tiene pasajes intensos y provocadores (por momentos se adivina cierto espíritu almodovariano) e incluso en los que no resultan tan logrados también se asumen riesgos constantes.

Quienes busquen una comedia clásica y del todo convincente puede que se sientan un poco frustrados y hasta irritados con El padre de mis hijos, una película contemporánea en el mejor sentido del término, revulsiva y audaz en muchos de sus 85 minutos y que sintoniza con cierto espíritu de época, ese en el que la mujer se está replanteando su lugar en el mundo, los dogmas que las generaciones anteriores le fueron marcando. Ya parece ser tiempo de, como le ocurre a Eva, buscar nuevos caminos, probar, equivocarse, volver a probar y descubrir con la menor cantidad posible de condicionamientos externos qué es lo que realmente se desea.