El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Del otro lado de la cortina

Una película búlgara, entre el revisionismo y la emoción.

Filme revisionista, o trivializador de la realidad histórica, El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina navega entre aguas en las que el espectador no sabe si el árbol le impide ver el bosque, o el bosque es tan frondoso que la importancia de un árbol es mínima.

Basándose en la biografía de Ilija Trojanow, quien escapó con su familia de Bulgaria en los ’70 y estuvo en campo de refugiados, el búlgaro Stephan Komandarev se centra en la relación entre un abuelo y su nieto. Bai Dan (Miki Manojlovic, de Underground , La profesión de Irina Palm ) es un maestro en lanzar dados en el backgammon, quien instruye de pequeño a su hijo y a su nieto (Carlo Ljubek). Pero luego de que éstos y su nuera emigren en épocas de censura y comunismo, y se afinquen años más tarde en Alemania, sufren un accidente automovilístico en el que los padres de Sashko fallecen y él pierde la memoria.

Lo que sigue es un doble relato, el del viaje que el abuelo emprende hasta Alemania para recuperar a su nieto y su memoria, llevándoselo a recorrer la ruta en tándem, y, en flashbacks, cómo eran esos años de la niñez de Sashko en un pueblo donde la persecución política ponía en riesgo, inclusive, la unión familiar.

Narrada con varios tips de la especie persevera y triunfarás , o pinta tu aldea… , con diálogos eufemísticos (“si te sientes atrapado, cambias tus tácticas, te arriesgas, juegas con valentía, pase lo que pase”, como si hablaran del backgammon, pero se refieren al sentido de la vida), en El mundo...

termina primando el costado emotivo más que el sociopolítico.

El director, habitual documentalista, tiene un personaje que no recuerda ni quién es, y otro que ansía recuperar a ese nieto, pero en algunos momentos, al relatar lo que le sucedió al padre de Sashko, cabe preguntarse quién es el que narra, ya que uno no recuerda, el otro no estaba allí presente y el muerto difícilmente pueda decir nada.

Otra de las varias licencias que Komandarev se permite en un filme premiado internacionalmente, con una convincente tarea del serbio Miki Manojlovic, de lejos lo mejor que tiene esta película sencilla y con pluralidad de sentidos.