El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Abuelito dime tú...

El estreno de una película búlgara, con copias en fílmico y en buenas salas como el Cinemark Palermo, el Cinemark Caballito o el Patio Bullrich es un hecho para festejar en estos tiempos de sequía, al menos en lo que a cine de arte (o de autor, o de calidad, o como quieran llamarlo) se refiere en una cartelera cada vez más concentrada y menos diversa.

No soy un fan del cine balcánico (ya sé, no es un género y, por lo tanto, no se puede generalizar, y allí está además la producción rumana como para desmentir cualquier prejuicio) y, en varios aspectos, este film de Stephan Komandarev adscribe a cierta grandilocuencia, banalización, exageración y efectismo que caracteriza a buena parte de la producción de ese origen. Pero, más allá de sus excesos, superficialidades y simplificaciones (abarca demasiado y profundiza poco), igual considero a El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina como una película valiosa, de esas que merecen ser vistas y discutidas.

El film está narrado con permanentes saltos temporales (va y viene entre la Bulgaria comunista y la actual) y se centra en las desventuras de tres generaciones (abuelos, padres, hijo) de una familia común, cuya existencia -marcada en muchos casos por la tragedia- acompaña los bruscos cambios sociopolíticos del país.

La historia tiene como protagonista a un joven que sufre una amnesia total tras un accidente automovilístico que termina con la vida de sus padres: no sólo no recuerda nada del choque sino que ha perdido todos sus recuerdos. Será entonces con la ayuda de su carismático abuelo -campeón de backgammon- que irá redescubriendo su pasado en un viaje de dimensiones espirituales a bordo de una bicicleta, mientras el director apuesta por constantes flashbacks para describir las represivas condiciones durante el régimen comunista y los intentos de muchos búlgaros de exiliarse -sin demasiada fortuna- en la Europa occidental.

Esta tragicomedia va de lo íntimo a lo social y trabaja -a veces con sensibilidad y humor, en otras con trazo grueso y subrayando lo innecesario- temas muy diversos y centrales en cualquier hombre como la memoria, el exilio, la muerte o el amor.

Con buenos actores, una puesta en escena convincente, bellas imágenes y una búsqueda por emocionar sin golpes bajos, El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina nos permite acercarnos a una realidad, un tiempo y un lugar poco frecuentados en la cartelera comercial porteña. Por eso, y más allá de los reparos apuntados, esta más que digna película búlgara es una oportunidad para no desaprovechar.