El monte

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Un padre y un hijo, aislados en un entorno campestre, intentan sobrevivir a sus propias diferencias. El drama vincular entre padre e hijo como estructura genérica evoluciona incorporando el componente fantástico: existe una extraña conexión entre el progenitor y la naturaleza que lo rodea. La llegada del muchacho a un entorno que le es ajeno sirve como disparador para una examinación del entendimiento y la ruptura que surge entre dos caracteres, desnudando fragilidades evidentes. Expectativas mutuas y diferencias insalvables que nunca acaban de saldarse describen la dinámica de la relación. El monte que da título al film se convierte en una presencia ominosa y el elemento natural gana terreno hasta erigirse como factor fundamental del relato. Hay algo más allá de lo perceptible por el intelecto humano que influye en el deterioro circundante, provocado por una especie de posesión. Sin embargo, el monte no es una entidad maligna a vencer, sino una manifestación natural imposible de ser comprendida racionalmente. Filmada en la provincia de Formosa y protagonizada por Gustavo Garzón y Juan Barberini, “El Monte” explora el comportamiento animal y salvaje que resignifica cierto sentido simbólico primordial. Y lo hace sin perder el sentido realista. Con suficiente acierto, el realizador Sebastián Caulier pone radical interés en el tratamiento del sonido: lo autóctono construye la noción de lo terrorífico.