El ministro

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Denuncia a los mecanismos y "parches" del poder

Es la segunda película de un tríptico sobre cuestiones políticas y del Estado en Francia realizado por Pierre Schoeller.
La primera fue Versailles, que no tuvo estreno comercial en nuestro país y la tercera es aún una promesa.
Este filme trata sobre el ministro de Transporte y su séquito de secretarios y asesores. Se llama Bertrand Saint-Jean. Es interpretado por el belga Olivier Gourmet, uno de los actores más convocados por los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, quienes en este caso ofician de productores, lo que no es un dato menor.
Saint-Jean es un representante de la denominada "nueva política", que está haciendo sus primeras armas como funcionario público. Un hombre ambicioso, que transpira poder y pretende ser intransigente, aun a sabiendas que la ética no suele brillar en los ámbitos que decidió transitar.
Además, por su propia condición de primerizo, exhibe una considerable vulnerabilidad y a cada paso corre el riesgo de ser vapuleado por sus pares. En un momento de sinceridad le dice a su esposa: "Si me conocieras bien, no me querrías tanto".
Un medio periodístico lo calificó de "macho del transporte", mientras él mismo se define de "tigre hambriento en la noche oscura". Es asistido por Gilles, su secretario, y por Pauline (Zabou Breitman) como su asesora de prensa, que también se preocupa que el color de su corbata sea el adecuado para cada circunstancia.
En el inicio del relato, Saint-Jean despierta excitado por una pesadilla, en la que vio cómo una bella mujer se introduce, desnuda, en las fauces de un cocodrilo. Unos minutos más tarde, su secretario le informa de un accidente carretero: un ómnibus que transportaba escolares cae en un precipicio en la región de Ardennes y hay varias víctimas mortales.
Saint-Jean se traslada al sitio del accidente y allí comienza su trajín como protagonista de esta historia, que lo mantiene alejado de su casa e inmerso en reuniones, intrigas y luchas por el poder, en el marco de la crisis económica de Europa y de manifestaciones sindicales.
El ministro no es un filme de denuncia política. Se circunscribe en mostrar las actividades que desarrolla el protagonista y deja que el espectador extraiga sus propias conclusiones. El eje de su controversia con otros funcionarios es un proyecto para privatizar las estaciones de tren.
La película desnuda los mecanismos cotidianos del poder y demuestra la propensión de los políticos de aplicar parches a situaciones coyunturales. En otras palabras, cambiar algo para que todo siga igual, al mejor estilo Lampedusa.
El relato registra un sostenido ritmo narrativo, una significativa puesta en escena y las excelentes actuaciones de Olivier Gourmet y Michel Blanc (Gilles), de escasa altura física, pero enorme estatura actoral.