El método Tangalanga

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UNA DE SUPERHÉROES

Debo decir de entrada que nunca fui demasiado cultor del humor de Tangalanga, y ni siquiera me funciona desde el lugar bien-pensante del que dice “ay lo hacía por un amigo enfermo”. No, igualmente no me causa. “Y a mí qué me importa”, dirá el lector con toda razón, pero estimo que es una confesión necesaria para que se entienda que si bien El método Tangalanga me gustó y la recomiendo, seguramente me causó menos gracia de la que le causará a un fan de aquel humorista.

La de Mateo Bendesky es una película infrecuente para el cine nacional por los diversos niveles que integra con absoluta coherencia: una biografía que es en verdad una reversión apócrifa de la historia oficial de su personaje. El Jorge que interpreta Martín Piroyansky tiene todos los elementos de Julio Victorio de Rissio, el verdadero Tangalanga, pero a la vez no es. Y no es porque la película entiende perfectamente el juego con el mito y la leyenda, a la cual no conviene revelar del todo. Esto, claro, suena a relato de superhéroes y El método Tangalanga lo es: La historia de un personaje discreto que por obra y gracia de las casualidades adquiere un poder, en este caso hacer bromas telefónicas, y se convierte en una criatura cercana a lo fantástico. Aunque lejos de salvar el mundo, Tangalanga tiene el poder de hacer reír a su amigo enfermo… y a muchísima gente una vez que se vuelve popular. El film de Bendesky es por lo tanto un relato de iniciación, de descubrimiento de un poder y de su aprendizaje. Y para Jorge y la película ese poder es la risa, hacer reír como hecho terapéutico, pero sin caer en las banalidades de un Patch Adams. El método Tangalanga es una comedia hecha y derecha que juega con los códigos del cine clásico argentino y con un humor directo, sin excesos intelectuales más allá de que elabora un concepto y lo desarrolla con inteligencia.

Pero la película contiene, además, un detalle que es algo más: Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg, los protagonistas, se hicieron en la tele desde muy chicos, en esa gema llamada Magazine For Fai, el programa más lúdico que haya conocido la televisión infantil argentina. Decir que los vimos crecer ante nuestros ojos es una obviedad, pero más aún los hemos visto crecer en el sentido en que un artista desarrolla su arte de tal manera que logra sintetizarlo con un gesto. En Piroyansky y Zylberberg hay química, hay entendimiento y hay -fundamental- una impronta generacional que viene a sacudir la apolillada estructura de la comedia comercial argentina. Eso solo le merece el éxito a una película que, sí, es más graciosa en los papeles que en los resultados.