Él me nombró Malala

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Apología de la mujer de pie

El documental es un género tan extraordinario como alejado de la taquilla. Son muy pocos –en proporción- los documentales capaces de estrenarse en más de un país o incluso más que en un puñado de salas en su lugar de origen.

El documental es un género tan extraordinario como alejado de la taquilla. Son muy pocos –en proporción- los documentales capaces de estrenarse en más de un país o incluso más que en un puñado de salas en su lugar de origen.
El documental encuentra, sin que esto sea algo malo, su hogar ideal en la televisión, el cable y los servicios de streaming.
En todos lados hay excepciones a esta regla y muy pocos documentales logran a veces una gran difusión. En el caso de Estados Unidos dos documentalistas que han logrado eso en el siglo XXI son Michael Moore y el director de El me nombró Malala, Davis Guggenheim.
¿Esto habla bien o habla mal de las películas? Por lo pronto, y esto se corrobora acá, dice que entiende la estética del documental de forma muy particular. Que pone un ojo muy preciso en el entretenimiento de consumo fácil, no sólo en el entretenimiento a secas, que sería algo loable.
Así, la forma del documental en muchos casos termina afectando las ideas que el mismo defiende. Pero en este caso, como también suele ocurrir, el personaje es tan poderoso y tan fuerte es su historia, que las limitaciones estéticas no terminan por arruinar al discurso.
Malala Yousafzai, ganadora del premio Nobel de la Paz en el año 2014, ha sido desde muy joven una activista de los derechos civiles, en particular los derechos de las mujeres. Los talibanes, quienes prohíben a las mujeres ir a la escuela, siempre la vieron como una enemiga. Desde los 13 años trabajó por lograr un cambio, desde su blog y con toda las clase de actividades, incluyendo un documental en 2009.
En 2012, un grupo terrorista vinculado con los talibanes atentó contra su vida, disparándole tres veces e hiriéndola incluso en su cráneo. El director de El me nombró Malala busca hacer una absoluta apología del personaje y tiene derecho a hacerlo si acaso así lo ve. No habrá matices de gran complejidad, pero la historia habla por si sola. Más allá de su claro didactismo la película cuenta una verdad absoluta. Cuando una adolescente es víctima de un atentado terrorista por defender el derecho de otras personas al estudio, no hay muchos matices a debatir. La complejidad que le falta al film no pasa por ahí, ya que Malala es un personaje genuino y digno de admiración.