El mayordomo

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Poder negro

En muchas ocasiones, el cine norteamericano ha tomado como tema, directa o indirectamente, a la Historia de su país, que es en gran medida la de la lucha entre blancos y negros. Este año fuimos testigos de dos importantes estrenos en esa línea: Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012) y Lincoln (Steven Spielberg, 2012). Ahora llegó El Mayordomo (The Butler, 2013), de Lee Daniels (Precious, 2009), que cuenta la historia de Cecil Gaines (Forest Whitaker), un esclavo negro que llegó a ser el mayordomo más respetado de la Casa Blanca.

El filme empieza con una frase de Martin Luther King ("A la oscuridad no la puede disipar la oscuridad; sólo la luz puede hacerlo") que adelanta el tono y la posición del director frente a este tema. Luego abre con un plano conjunto donde se ve a dos hombres, uno de los cuales es Cecil sentado en una silla, silencioso y pensativo al lado de una puerta. Esta imagen da pie a un extenso flashback que abarca todo el relato con la voz en off de Cecil, y que cuenta una trama de violencia que permite seguir el papel que jugó el personal doméstico negro en los Estados Unidos.

Uno de sus puntos a favor es la forma de narrar, paralelamente, la formación ideológica de Cecil y su hijo Louis (David Oyelowo), quienes adoptan dos maneras distintas de luchar por los derechos civiles. Cecil empieza desde niño a ser instruido en el arte de la servidumbre. Luego de escapar de la estancia algodonera, donde su familia era sometida por un cruel patrón, pasa a ser educado por un sirviente negro en un prestigioso hotel. De ahí pega el salto a mayordomo de la Casa Blanca, cuando su presidente era Eisenhower (Robin Williams). El hijo, en cambio, va a la universidad, milita en una agrupación estudiantil, se suma al movimiento liderado por Luther King, adhiere a las ideas de Malcolm X, se suma a las filas de Los Panteras Negras, estudia Ciencias Políticas, se recibe e ingresa en la política.

La principal dificultad de Daniels es que no logra atravesar el obstáculo del lugar común ni tomar la distancia necesaria para comprender mejor el problema. Si bien El Mayordomo puede servir para alentar el espíritu de un amplio sector de la población de los Estados Unidos, la película pierde fuerza al ser el director parte del grupo al que defiende con empalagosa corrección política, transformando la cinta en una larga propaganda del gobierno de Obama.