El mayordomo

Crítica de Diego Batlle - La Nación

El mayordomo, cuarto largometraje del director Lee Daniels, se inscribe en ese grupo de películas importantes, concientizadoras, que abordan como lo hicieron El color púrpura o, más recientemente, Historias cruzadas conflictos básicos y esenciales (fundacionales) de la sociedad estadounidense que el cine de Hollywood recién en los últimos tiempos ha decidido visibilizar en toda su dimensión. En este caso, el racismo y la lucha del movimiento por los derechos civiles son los principales ejes que sostienen el relato.

Ese costado políticamente correcto, por momentos casi didáctico, muchas veces subrayado, es el objetivo, pero también la principal debilidad de este nuevo film del realizador de Preciosa y The Paperboy . En efecto, se trata de una película noble y bienintencionada, construida a puro clasicismo, que intenta vincular la historia pequeña de una familia con la historia grande de los Estados Unidos, pero también surge como una "causa", un estandarte que levantaron sus casi 40 productores, la veintena de estrellas que aportaron (apoyaron) con su presencia, ya sea en papeles centrales o en simples secundarios, y hasta la inmensamente popular Oprah Winfrey (algo así como la Susana Giménez norteamericana), coprotagonista, principal impulsora pública del proyecto y responsable en buena medida del enorme éxito comercial en su país.

Más allá de un prólogo ambientado en una miserable plantación de algodón en la Georgia de 1926, esta épica recorre más de tres décadas a partir de la historia de Eugene Allen (Forest Whitaker), un afroamericano que ingresó a trabajar en la Casa Blanca en 1952 y se retiró como jefe de mayordomos, luego de servir a siete presidentes (desde Eisenhower hasta Reagan, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter) en 1986.

La película pendula entre lo íntimo la relación con su esposa Gloria (Winfrey) y con su rebelde hijo Louis (David Oyelowo), militante por los derechos civiles de los negros y los grandes hitos de aquellos tiempos (desde Vietnam hasta los magnicidios de John Fitzgerald Kennedy y Martin Luther King). El resultado no siempre es logrado (hay momentos, sobre todo en los últimos minutos, donde todo tiende a resolverse con demasiada grandilocuencia y solemnidad), pero la historia nunca deja de interesar y, por momentos, de fascinar.

Entre las múltiples propuestas de El mayordomo , una es descubrir a grandes intérpretes encarnando a figuras de la alta política. Por la pantalla desfilan, por ejemplo, Jane Fonda como Nancy Reagan, Alan Rickman como Ronald Reagan, Robin Wiliams como Dwight D. Eisenhower, James Marsden como JFK, John Cusack como Richard Nixon y Liev Schreiber como Lyndon Johnson. Un simpático juego cinéfilo para una película con no pocos atractivos.