El libro de los jueces

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Llama la atención que una película documental ambientada en el sistema del derecho penal en Argentina tenga un nombre directamente asociado a La Biblia. El libro de los jueces es un libro del Antiguo Testamento ubicado entre el libro de Josué y el libro de Rut. Por supuesto que estamos obligados a interpretar la película en relación a este libro. Lo que se cuenta en dicho libro es lo siguiente: “Una vez que el Señor guió a los israelitas a la tierra prometida mediante un milagroso poder, ellos no siguieron progresando en su fe ni cumpliendo con sus obligaciones espirituales. No echaron del lugar a todos los cananeos e incluso comenzaron a adoptar algunas de sus prácticas malignas. Como consecuencia, los hijos de Israel perdieron su unidad y se dividieron en tribus y en familias. Una y otra vez en el libro de los Jueces vemos cómo se suscita un ciclo de apostasía y liberación. Ese ciclo comenzaba cuando el pueblo, habiendo sido bendecido por Dios, se olvidaba de Él y participaban en prácticas prohibidas, tal como en las religiones que profesaban los cananeos. Los pecados e iniquidades que eso traía como resultado tenían sus consecuencias. Una consecuencia importante era que los israelitas perdían la protección contra sus enemigos que el Señor les brindaba y eran tomados cautivos. Finalmente, después de una sincera humildad y un arrepentimiento también sincero, el Señor liberaba a Su pueblo y éste prosperaba nuevamente.”

El largometraje dirigido por Matías Scarvaci tiene como protagonistas a dos jueces que ejercen el derecho penal restaurativo. Así es como en El libro de los jueces vemos a víctimas y victimarios trabajar sobre el perdón y tratar de construir un futuro a partir de superar el trauma que ha llevado a ambas partes a diferentes formas de trauma personal. Las víctimas han perdido a algún ser querido o han sido las receptoras directas de un delito y los victimarios han comenzado un camino en la cárcel en el cuál pueden crecer y arrepentirse o mantenerse en su rol de criminales. Los dos jueces tienen estilos muy distintos y uno de ellos insiste en la no participación de Dios en ninguna parte del sistema penal. Algunos delincuentes son creíbles y otros se adivinan mentirosos para obtener la libertad. Algunas víctimas han perdonado y otras no. La película no busca jamás perdonar los crímenes porque no es la función del cineasta, tan sólo observa las diferentes opciones de un sistema lleno de fallas pero con un pequeño espacio de humanidad que puede y debe ser trabajada. Observar las conversaciones y los procesos nos acercan a un mundo desconocido del cuál sabemos poco y nada.