El juego del miedo 6

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

El pulpo y la voluntad de vivir

Desde la década de los ’90 que no se registraba el estreno comercial de una sexta parte, circunstancia que señala la gran base de fans que posee la saga que nos compete. El juego del miedo 6 (Saw VI, 2009) rankea entre lo mejor de la serie, específicamente la primera trilogía, y se alza por sobre casi todos los productos industriales que circulan en la actualidad, sean del género que fuesen. Mientras que el film por un lado ofrece más rehabilitaciones sádicas y explica muchos detalles del rompecabezas narrativo construido en los eslabones previos, por el otro desarrolla con maestría la sociedad conformada por Jigsaw (Tobin Bell), Hoffman (Costas Mandylor) y la terrible Amanda (Shawnee Smith).
Superando con amplitud esa suerte de “película de transición” que fue El juego del miedo 5 (Saw V, 2008), la nueva entrada no sólo recupera en buena medida la tensión asfixiante y el minimalismo punitivo de la original, sino que además sorprende al profundizar el siempre interesante sustrato ideológico y elegir un enemigo pertinente que hasta este momento había estado flotando en las anteriores sin llegar a ser protagonista. Nos referimos al sistema de salud imperante en Estados Unidos, basado en coberturas prepagas y planes concretos “seleccionados” por el afiliado. A través de los “juegos” del título y diálogos muy inteligentes, se denuncia a este régimen plutocrático sustentado en la eterna estafa.
De hecho, la principal victima en esta instancia es William (Peter Outerbridge), un directivo de una típica “aseguradora de la salud” que deberá atravesar con éxito cuatro pruebas en sesenta minutos si no desea que un conjunto de granadas sujetas a sus tobillos y muñecas exploten al unísono. Por supuesto que el señor rechazó la solicitud de Jigsaw para un tratamiento experimental contra el cáncer en función de la bendita “política de la compañía” y distintos cálculos de su propio cuño... John le hará entender hasta qué grado la voluntad de vivir no está presente en dichas ecuaciones. Con la muerte enfrente los pronósticos económicos pasan a segundo plano y todos apreciamos fervorosamente la vida.
Llama la atención que la opera prima de Kevin Greutert, el histórico editor de la franquicia, acumule tantos puntos a favor luego de lo que asomaba como un estancamiento creativo, quizás no vinculado a una estabilidad carente de la fuerza de antaño aunque sí a un continuo salto hacia delante que enmarañaba aún más la trama sin razón aparente. Exacerbando el ritmo frenético de los policiales paranoicos, el film vuelve a combinar el terror de torturas con el thriller suburbano para desparramar vísceras con perspicacia y originalidad. Los guionistas Patrick Melton y Marcus Dunstan son los responsables de los vaivenes de esta segunda trilogía y aquí se juegan de lleno por el suspenso de tono lúgubre.
Está claro que la intensidad gore fue en aumento a lo largo de la serie desde la psicología enfermiza de la primera hasta el discurso acabado de esta -por ahora- última entrega. A pesar de las inevitables inconsistencias de una obra colectiva con una vida tan extensa, Saw es sin lugar a dudas “la” saga de horror que marcó para bien la década (cada eslabón genera respeto y ansiedad, consideremos el carrusel...). Más allá de las imitaciones esporádicas y la influencia en productos similares, por suerte Lionsgate y Twisted Pictures siguen apostando a profesionales afines al género. La propuesta actúa como los tentáculos de un pulpo incorporando diferentes elementos estilísticos para diversificarse y multiplicar sus retos.