El inventor de juegos

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Al igual que la reciente Amapola, de Eugenio Zanetti, El inventor de juegos resulta otra clara muestra de un cine argentino que intenta ampliar mercados a partir de importantes coproducciones que incluyen la participación de reconocidos intérpretes extranjeros y la posibilidad de contar con un importante despliegue de recursos.

Basada en la exitosa novela de Pablo de Santis, esta película coescrita y dirigida por Juan Pablo Buscarini (El arca, El ratón Pérez) apunta a un público preadolescente, aunque con una historia de aventuras fantásticas capaz de seducir también a esos adultos que acompañarán a las salas a niños de entre 8 y 13 años (su target principal).

Hablada en inglés (y con un doblaje al castellano no del todo convincente), la película está dividida en cuatro grandes partes (la vida en familia del niño inventor, su paso por un rígido colegio pupilo tras la desaparición de sus padres, una breve convivencia con su abuelo y las desventuras en una corporación dedicada a la creación de juegos liderada por el malvado Morodian, que interpreta Joseph Fiennes), aunque por momentos las transiciones entre una y otra parecen un poco abruptas y forzadas.

El film regala un bello diseño de producción (desde la dirección de arte, con un imponente trabajo escenográfico, hasta el aprovechamiento de locaciones como La República de los Niños) y una cuidada fotografía del alemán Roman Osin (Orgullo y prejuicio) que en algunos pasajes se ve empañada por algunos desajustes en la conversión a 3D.

Si en términos visuales El inventor de juegos se ubica entre lo más ambicioso y fascinante que el cine argentino ha conseguido en el terreno infanto-juvenil, a nivel narrativo la película no alcanza la fluidez y la seducción como para convertirse en un entretenimiento del todo incuestionable. Más allá de que hay unos cuantos pasajes atractivos y entretenidos (incluso con algunos momentos de logrado lirismo), el film por momentos luce algo frío y mecánico. Así, sus casi dos horas resultan un poco extensas y, por lo tanto, la atención del espectador se resiente.

Con elementos que remiten a la filmografía de Tim Burton (sobre todo a Charlie y la fábrica de chocolate y El gran pez) y a la saga de Harry Potter, esta transposición de El inventor de juegos es, más allá de sus apuntados desniveles, una digna apuesta al cine de entretenimiento familiar.