El implacable

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Fuego en las calles

Hay pocos temas más redituables en términos dramáticos para el séptimo arte que la vieja y querida venganza, ese deseo primario que suele empardarse con la justicia y que puede variar según la perspectiva individual del observador (a veces es un “ojo por ojo, diente por diente” y en otras ocasiones se cuela la necesidad de cobrar intereses). El tópico se adapta a cualquier género porque provoca una identificación automática del otro lado de la pantalla que va más allá del contexto del relato de turno, circunstancia que por supuesto lo convierte en un recurso muy utilizado incluso en tiempos como el presente, con una industria volcada a una asepsia hiper conservadora que pretende volver a delimitar de manera tajante el terreno de los buenos y el terreno de los malos, algo que por cierto no queda muy en claro cuando la víctima -o alguno de sus allegados- se transforma de golpe en victimario furioso.

El Implacable (The Foreigner, 2017) se nos presenta como un thriller político de acción con elementos testimoniales aunque en realidad su núcleo se reduce a la clásica odisea de revancha por la muerte de un ser querido: hoy por hoy el adalid es Quan Ngoc Minh (Jackie Chan), un inmigrante chino en Londres dueño de un restaurant cuya hija es asesinada en un atentado con una carga explosiva, lo que desde ya despierta su pasado como operador militar en la Guerra de Vietnam con vistas a dar caza a los responsables. Primero intenta sacarle información al Comandante Richard Bromley (Ray Fearon), el agente de Scotland Yard que investiga el caso, pero el hombre no acepta el soborno que Quan le ofrece por los nombres de los atacantes. A posteriori -y paulatinamente- se obsesiona con Liam Hennessy (Pierce Brosnan), el actual Viceministro de Irlanda del Norte y antiguo miembro del IRA.

Así las cosas, el protagonista comienza a presionarlo con bombas y amenazas varias para que identifique a los terroristas, quienes como él forman parte del IRA, lo que a su vez provoca el inicio de una persecución contra Quan encabezada por matones al servicio de Hennessy. El guión de David Marconi, a partir de una novela de Stephen Leather, se las arregla bastante bien para balancear con soltura la cruzada del oriental (el costado vertiginoso y visceral de la película) y las matufias políticas que circundan al personaje de Brosnan (la pata testimonial del film incluye a sus subalternos y superiores pero también a su círculo íntimo, léase sobrino, esposa y amante). De hecho, la propuesta compensa la poca originalidad de su planteo y su desarrollo con una inteligente utilización del fantasma británico alrededor del regreso del “fuego en las calles”, cortesía del brazo armado del IRA.

En este sentido, Hennessy es un personaje tan interesante como Quan porque representa esa paz actual tambaleante entre católicos/ republicanos y protestantes/ unionistas: Chan y Brosnan aprovechan el pasado trágico de sus personajes y consiguen salir de su habitual zona de confort a nivel interpretativo, algo que se agradece de sobremanera y nos regala la mejor actuación de los señores en mucho tiempo. Por su parte el realizador de turno, el neozelandés Martin Campbell, mantiene la tensión en todo momento y hasta saca de la galera algunos truquitos para las escenas de acción que ya habíamos visto en sus mejores trabajos de antaño, Fuga de Absolom (No Escape, 1994) y aquellos muy buenos reboots de la franquicia 007, GoldenEye (1995) y Casino Royale (2006). Por supuesto que El Implacable es derivativa a más no poder y en su último acto acumula un encadenamiento de acontecimientos muy delirantes que en parte tiran abajo el férreo verosímil que se había construido hasta ese instante, sin embargo a fin de cuentas hablamos de un producto entretenido -y bastante más complejo que el promedio del mainstream de nuestros días- que sale adelante por la experiencia y maravillosa profesionalidad de todos los involucrados…