El imaginario mundo del Doctor Parnassus

Crítica de Santiago García - Leer Cine

CON UNA AYUDITA DE MIS AMIGOS

El regreso de Terri Gilliam a la cartelera demuestra la coherencia y la identidad del director, así como también la locura y originalidad de sus proyectos. A esto hay que sumarle que esta película quedará para la historia del cine como el último trabajo de Heath Ledger, quien no logró terminar el film, pero que, gracias a la magia del cine y a un poco de ingenio ha logrado aparecer una vez más en la pantalla.

Terri Gilliam, el director de El imaginario mundo del Doctor Parnassus, es un realizador muy particular, un verdadero autor en el sentido de que sus films poseen una estética coherente a lo largo de los años y una iconografía reconocible de forma inmediata. Su carrera comenzó junto al legendario grupo cómico británico Monty Phyton, al que dirigió en Los caballeros de la mesa cuadrada (Monty Phyton and the Holy Grail, 1974). Su trayectoria como director arrojó varios films de culto, como Brazil (1985), verdadero clásico de los 80. Luego vendrían film más o menos industriales, pero tanto en Los aventureros del tiempo (1981), Las aventuras del Barón Munchausen (1989), Pescador de ilusiones (1991) o 12 monos (1995), entre otros, se puede observar siempre un universo particular, único, muy parecido a sí mismo. Al ver El imaginario mundo del Dr. Parnassus uno podría definir -a modo de juego- esa estética Gilliam como una mezcla entre Tim Burton y Emir Kusturica, es decir, una fantasía original inmersa dentro de un universo sórdido, una especie de circo decadente, que en su nuevo film es casi un concepto literal. Aunque esto no significa que Guilliam se apropie de mundos ajenos, sino por el contrario, su estilo responde a una mera afinidad entre universos estéticos. Cabe decir también que el cine de Terri Gilliam posee dos características más que están presente de forma constante en sus películas: por un lado un placer por el trazo grueso y vulgar, tanto en las situaciones, en los ángulos de cámara como en el sentido del humor, un trazo grueso que no es accidental, sino producto de una búsqueda estética. La segunda característica habitual es el acento que pone en las situaciones por encima -y en detrimento de la narración-. Sus films tienen en general una estructura que no avanza, sino que resulta una combinación de sketches y momentos cuyo clima es la esencia misma del cine de Gilliam. Tal vez por eso Pánico y locura en Las Vegas (1998) parezca un film que sólo él podía "contar". El imaginario mundo del Dr. Parnassus es la confirmación de todo esto e incluso, por momentos, el film de Gilliam más cercano a sus escenas de animación durante su paso por el grupo Monty Phyton. Sin duda los admiradores del director tendrán en esta película lo más auténtico de él. Aquellos que, por el contrario, no se sientan atraídos por este universo, esta película será la corroboración de todas las sospechas. El hecho de que el guión haya sido cambiado para cubrir la ausencia de su protagonista -Heath Ledger murió durante el rodaje- no hace más que potenciar la locura y la intencional confusión narrativa del film. A esto hay que sumarle la falta de energía de Ledger que reciente el film. Por el contrario, a Johnny Depp -uno de los tres reemplazantes, junto con Colin Farell y Jud Law - le alcanza con una escena para demostrar hasta que punto él es un actor talentoso que merece la fama que posee. Incluso si el papel lo hubiera interpretado él desde el inicio habría sido un acierto para la película. Finalmente, el esfuerzo por terminar el film y la presencia de estos tres actores -a los que hay que sumarles a Christopher Plummer y Tom Waits en otros roles- lo convierten en un espectáculo rico en lo visual y en lo emocional. El título final lo dice todo: Un film de Heath Ledger y sus amigos. Una sentida y sincera despedida para un actor que se fue demasiado pronto.