El Hobbit: Un viaje inesperado

Crítica de Diego Batlle - La Nación

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Tanto se discutió primero sobre la posible incursión de Guillermo del Toro en estas nuevas (viejas) aventuras en la Tierra Media, de la controvertida decisión de hacer tres películas (y no dos como estaba previsto en un principio) a partir de la bastante breve creación literaria de J.R.R. Tolkien y luego de cuestiones técnicas (los "famosos" 48 cuadros por segundo de la versión HFR 3D con que Peter Jackson la concibió para mejorar la experiencia visual) que el análisis de los valores, limitaciones o hallazgos artísticos de El Hobbit quedó en un segundo, tercero o cuarto plano. Llegó, por lo tanto, la hora de hablar de cine.

Lo primero que hay que decir es que esta primera entrega de la nueva trilogía es un buen producto concebido con profesionalismo por un sólido narrador, que mantiene no sólo el espíritu y la espectacularidad sino incluso múltiples aspectos estéticos y dramáticos de El señor de los anillos . Así, al trabajar con el mismo director de fotografía (Andrew Lesnie), el mismo músico (Howard Shore) y al apelar a múltiples guiños para los fans, a la repetición de personajes y hasta a situaciones que no estaban en el libro original, Jackson explota, subraya y potencia la idea de El Hobbit como precuela.

La idea de que Un viaje inesperado sea algo así como el comienzo del comienzo (el inicio de una travesía que proseguirá en los dos films siguientes y de una trilogía que a la vez funcione como prolegómeno de la que ya se ha visto) resulta un arma de doble filo: por un lado, por supuesto, es un reaseguro para aquellos que disfrutaron de la transposición que Jackson hizo de El señor de los anillos ; pero al mismo tiempo corre el riesgo de abrumar, de reiterarse, de ofrecer más (o menos) de lo mismo.

Más allá de que en El Hobbit cambian varios de los protagonistas -Bilbo (Martin Freeman) y Gandalf (Ian McKellen) emprenden el viaje del título junto con una docena de enanos- y de que aquí hay mayor espacio para el humor absurdo, la propuesta es, en esencia, bastante similar a la de El señor de los anillos . Y no sólo eso: hay varias escenas (cómicas, dramáticas, de persecuciones o de batalla) en las que se nota esa hinchazón que Jackson tuvo que hacer para llegar a las casi nueve horas que durarán los tres films.

De todas maneras, cabe aclarar, los agregados -como un concilio en el que aparecen varios "viejos" personajes de El señor de los anillos - funcionan bien y sirven para hacer el mencionado link entre ambas sagas. También es muy atractiva la secuencia en que Bilbo se enfrenta a un ahora mucho más expresivo Gollum (otro brillante trabajo de Andrew Serkis y una nueva demostración de los avances en la tecnología de captura de movimiento) con la aparición del tan mentado anillo que es uno de los ejes de El señor?

Más allá de que El Hobbit no fluye como su antecesora (la escena inicial del encuentro de los enanos se hace demasiado larga, al igual que varios momentos de la caminata), hay que reconocerle a Jackson la creatividad y maestría con que concibe varios pasajes de acción (como la lucha contra gigantes de piedra). Son esos momentos los que justifican una película que -aun cuando no es del todo convincente- deja con ganas de más. Lo mejor de El Hobbit , por suerte, aún está por venir.