El Hobbit: La desolación de Smaug

Crítica de Santiago García - Leer Cine

NUNCA TANTOS PUDIERON TAN POCO

Hace muchos, muchos años, apareció desde Nueva Zelanda un film llamado Mal gusto. En aquella época un título así era una provocación. Aquella comedia de ciencia ficción mostraba un director primitivo pero con mucha imaginación. Con dificultad, años más tarde se consiguió en video otra joya, Muertos de miedo (Braindead), tal vez la mejor película gore de todos los tiempos. El director de estos films era Peter Jackson, que se haría famoso un poco después con Criaturas celestiales. Su fama crecería muchísimo más y su punto más alto sería la trilogía de El señor de los anillos, películas basadas en eso legendarios libros de culto escritos por J.R.R. Tolkien. El ambicioso proyecto terminó con éxitos de taquilla enormes y un Oscar a mejor película y director por la última de las tres películas. Impulsado por eso, Jackson decidió producir un film sobre El Hobbit, escrito también por Tolkien. En el proceso el film pasó a ser dos films y finalmente se convirtió en una nueva trilogía, aun cuando se trata de un solo libro. Primero el director iba a ser Guillermo Del Toro, pero todo terminó recayendo en las manos del propio Peter Jackson.

La diferencia entre ambas trilogías es más que evidente. Mientras que El señor de los anillos toma como base tres libros, El Hobbit es tan solo uno y convertirlo en tres películas resulta un proyecto menos logrado. Es más, El Hobbit es un libro pequeño que hasta para un solo film quedaría algo estirado. El cine industrial tiene que ser comercial, sin duda. Si uno invierte mucho dinero para hacer una película, lo hace para recuperarla y no hay nada de malo en eso. Pero estas películas muestran algo que no está bien: muestran que para obtener un nuevo éxito millonario dividido en tres, se estira de forma lamentable un relato. Podría haber salido airoso Jackson, si lograba que La desolación de Smaug tuviera vida propia, si del comienzo hasta el fin la historia de Bilbo fuera algo interesante o atrapante. Pero no lo es. Casi tres horas de película necesita Peter Jackson para contar prácticamente nada. Nada hacen los personajes realmente en esta película. Enormes y espectaculares escenas que no conducen a ningún lado. Que prolongan el film anterior y nos preparan para el siguiente. Y aunque la producción sea impecable en muchos aspectos, tampoco es que las escenas son maravillosas o atrapantes. El desperdicio de talento y energía se nota y la absoluta arbitrariedad en pos de alargar la trama es por momentos irritante. Los muchos personajes tienen un desarrollo algo tosco y por momentos patético, como la naciente historia de amor entre una elfa y un enano. Martin Freeman como Bilbo tiene mucha simpatía, pero apenas puede desarrollarla en semejante contexto. El Gandalf de Ian McKellen aparece poco y el actor ya no tiene la gracia que supo tener. La cámara siempre “flotante” y movediza del director, dejó de ser interesante y comienza aquí a volverse un recurso gastada y hasta molesto. Largas escenas injustificadas, salvo por inventar una historia donde no la hay. Tal vez El Hobbit debería haber sido un film dividido en dos partes y no en tres. A juzgar por lo visto acá, La desolación de Smaug está simplemente de más. Dicho de forma directa: el mejor consejo es pasar de la primera película a la tercera, sin más vueltas.