El hijo perfecto

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Si bien la prensa la emparenta con la laureada y cálida "Little Miss Sunshnie", "Min lilla syster" corre por otros rieles: los del cine dramático destinado a promover debate, en torno a uno de los grandes flagelos que asechan a los adolescentes (principalmente) en estos tiempos, los trastornos alimenticios. Sanna Lenken, la mujer detras de las cámaras, debuta con su primer largo, asociado invariablemente a su experiencia personal.
Esta cineasta ya tiene un corto famosisimo sobre el tema ("Ata Lunch" del 2013) y es reconocida su militancia para divulgar los crueles alcances de este flagelo de nuestros tiempos. El tema de la imagen corporal, y más de un atleta de alto rendimiento, ha sido tratado en pocas oportunidades en la historia del cine. Ejemplos hay, pero no abundan y siempre es bienvenida la posibilidad de tomar contacto con un film de esta temática.
Por ende, comenzamos en positivo con la sueca Lenken, quien además, va a dotar a su propuesta de un clima bastante personal, donde todo se subordina al conflicto principal y al vínculo entre las dos hermanas que serán el centro neurálgico de la historia.
La trama presenta una clásica familia europea de clase media donde las cosas van bien y no hay presente demasiado conflicto en la superficie. Craso error: no es sencillo tener una hija bella, joven, talentosa y que se dedica al patinaje con aspiraciones de ascenso. Así como la danza clásica, son actividades de una enorme presión puesta en el hecho de mantenerse muy delgadas.
Todo se centra en definitiva, en el vínculo entre Katja (Amy Diamond) y Stella (Rebecka Josephson), la primera, sin dudas "la hija perfecta" y la segunda, una niña distinta a su hermana, a todo nivel. Ella admira el éxito de Katja y ella pasa a ser su inspiración, dado el impacto que provoca su presencia en el pequeño mundo que las rodea... hasta que da con la cruda verdad. No todo es lo que parece y el descubrimiento de la enfermedad que sufre su hermana, pronto deja a Stella con una pesada tarea: decidir hablar o callarse.
Y si bien ella elige un camino discutible, lo cierto es que la película no intenta subrayar desde lo moral ciertas decisiones, sino que sólo las pone en relieve en función de la tensión dramática del conflicto. Son, una familia con algunos problemitas. Y ahí, en esa trama vincular, donde los padres parecen recortados y ausentes, surge lo más valioso de la relación, el enfrentar los obstáculos desde lo más primitivo y natural que poseen las hermanas, su propio amor mutuo.
Leneken propone un relato armonioso (con alguna tormenta bien resuelta), puro y transparente de cómo ella ve a una familia atravesando por este trance. Y si bien hay desniveles narrativos y una peligrosa parsimonia en algunos tramos (demasiada pobreza en las interpretaciones de los secundarios, por ejemplo), llega a buen puerto y cumple su objetivo. Correcta y útil, para adentrarse en una problemática específica, a la que no hay que dejar de prestar atención.