El hijo de Jean

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

¿Cuál es la diferencia entre afinidad y complicidad? El Hijo de Jean (Le fils de Jean, 2016) esboza un fino límite y, con éste, ahonda en las relaciones entre todos los personajes. El secreteo, las confesiones y los recuerdos forman un cúmulo aparente de bienestar en estas relaciones.

El filme detalla tales relaciones con decisiones cotidianas como el té que se toma Pierre (Gabriel Arcand) todas las mañanas, el hecho de que Mathieu (Pierre Deladonchamps) y Angie (Marie-Thérèse Fortin) sean lectores de novelas detectivescas; y los diálogos que surgen en torno a tales decisiones como el reconocimiento de que, incluso en la adultez, seguimos siendo un poco adolescentes.

Lioret aprovecha la circunstancia de que Mathieu quiera conocer a la familia de su difunto padre para explayarse en el comportamiento de cada uno de ellos y, sobre todo, lo que deja entrever el abandono de los padres en general. Con un sencillo comentario de Bettina (Cátherine de Lean), el guión le da perspectiva al abandono paterno sin que sean victimizadas las mujeres e hijos abandonados, sino una dureza a la que éstos se sobreponen, sólo a medias, con el paso del tiempo.

El resto de la película podría pasar desapercibida porque se detiene poco en la composición de imágenes significativas para condensar lo que buscan los personajes. Si no ocurre así, es por la agudeza con la que éstos están escritos y por actuaciones que nunca desentonan. Al final, es en el vínculo literario donde Mathieu y Angie se encuentran como lectores de crímenes ajenos, y en ese mismo vínculo, Mathieu vive lo que podría describirse como una historia detectivesca que lo descubre más como un espectador.