El gran Gatsby

Crítica de Santiago García - Leer Cine

GRANDES ESPERANZAS

La novela de F. Scott Fitzgerald vuelve a la pantalla grande de la mano del director de Moulin Rouge y con una actuación de Leonardo Di Caprio legendaria.

Todo el encanto y la fuerza de una historia como la de El gran Gatsby se juega en la presencia de su protagonista. Leonardo Di Caprio parece haber nacido para interpretar a Gatsby. No es raro que al final llegara el día en el cual el actor se encontrara con el papel de su vida. Si existe justicia en este mundo, Di Caprio debería recibir el Oscar por su actuación en esta película. El actor lo sabe y desde hace tiempo soñaba con este rol. Sabe, como la película de Buz Luhrmann, que Gatsby es un personaje extraordinario. El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald es un clásico de la literatura del siglo XX cuya influencia golpea incluso las puertas del cine.

Millonario misterioso, personaje fascinante, amado y odiado, el cinéfilo verá fácilmente una conexión entre personaje y el que creara Orson Welles para El ciudadano. La película –tercera adaptación en el cine sonoro que se ha hecho del libro- respeta el narrador de la novela y su punto de vista. Nick Carraway (Tobey McGuire) vive en Long Island, en una pequeña casa entre dos grandes mansiones. Una de ellas está habitada por un millonario llamado Gatsby, quien da las mejores fiestas y sigue siendo a pesar de eso un enigma para todos. Del otro lado de la bahía, vive Daisy, la prima de Nick (Carey Mulligan) y su marido Tom (Joel Edgerton) quienes jugarán un rol clave en la historia.

La novela se publicó en 1925, en plena “Era del jazz” y no impactó en los lectores. Menos de veinte mil ejemplares la convirtieron en un fracaso. Cuando Scott Fitzgerald murió en 1940, lo hizo pensando que su novela pasaría al olvido. Pero luego de la Segunda guerra mundial el libro se volvió cada vez más popular, a punto de ser texto clave para estudiantes. Fue elegida, además, como una de las más importantes novelas americanas del siglo XX. A pesar del fracaso inicial, igual el cine se sintió atraído por sus páginas desde el comienzo.

En 1926, sí un año después de ser publicada, una película lleva El gran Gatsby al cine. La película hoy está perdida, pero se puede ver un minuto en la web. Tomen nota de algo: no es una película de época, ya que está filmada en el mismo período del libro. El personaje de Gatsby lo interpretaba Warner Baxter (protagonista luego de Prisionero del odio, de John Ford) y Nick Carraway lo interpretaba Neil Hamilton (años más tarde muy popular por interpretar al comisionado en la serie Batman con Adam West). En 1949 –ya cuando la novela se convertía en un éxito se volvió a llevar al cine. Esta vez haciendo hincapié en el costado film noir y gansteril del personaje. Alan Ladd era Gatsby. Sin embargo la versión que todos recuerdan –y lamentablemente idealizan- es la que dirigió Jack Clayton y protagonizó Robert Redford. En el film protagonizado por Redford, se altera el punto de vista de la novela. Y aunque Nick Carraway (Sam Waterston) sigue siendo un personaje clave, hay muchas escenas de amor –filmadas con unos filtros muy feos- que bordean el ridículo por lo estereotipadas. Ni Redford está tan bien, ni tampoco Daisy (Mia Farrow) se luce. Dicen que Mia Farrow estaba enojada con Redford, que pasaba el día entero viendo televisión y leyendo diarios para estar al día con el escándalo de Watergate. Su interés político se vio recompensado cuando en 1976 hizo Todos los hombres del presidente. Un elenco setentoso que incluía a Bruce Dern y a Karen Black completaba el cuadro. Una curiosidad: la lealtad al libro, salvo el cambio de punto de vista, es notable. Un telefilm en el año 2000 con Tobey Stephen como Gatsby, Miran Sorvino como Daisy Buchanan y Paul Rudd como Nick Carraway. Y una versión pandillera negra con hip hop llamada G en el año del 2002 terminan de cerrar el historial de películas inspiradas en el libro.

Y ahora llegó una nueva versión que el público parece estar valorando más que la crítica. Pero que está destinada a quedar en la historia por la potencia actoral de Leonardo Di Caprio más allá de cuanto se la valore en general. El insoportable cliché –porque es realmente inaceptable en el siglo XXI- de decir que el film está a la altura del libro no dice absolutamente de la película. De verdad, ¿Qué importa la relación entre ambos textos? Es divertida la comparación, no lo niego, pero no se puede evaluar una obra de arte cinematográfica en base a algo que está afuera de la película. Lo que está afuera de una película sirve para enriquecernos, no para convertirnos en inspectores de similitudes y diferencias. Es más, si de tomar ideas de aquí o allá se trata, las similitudes entre El Gran Gatsby y Grandes esperanzas de Charles Dickens son notables. Y obviamente eso no habla mal de nadie, simplemente de que las obras de arte se comunican, se basan en algo o se inspiran en algo y luego tienen vida propia. Ambas novelas cuentan una historia de ascenso social por amor y una revelación final o un desenlace que hace que toda esa lucha se demuestre fútil o ridícula. Una frase al final de El Gran Gatsby (una historia más trágica que la de Dickens) lo ejemplifica: “Su sueño debió haberle parecido tan cercano que habría sido imposible no apresarlo. No se había dado cuenta de que ya se encontraba más allá de él, en algún lugar- al otro lado de la vasta penumbra de la ciudad, donde los oscuros campos de la república se extendían bajo la noche.”

Pero yendo de lleno al film de Baz Luhrmann digamos que se trata de un film de un gran romanticismo y de un impacto visual que no tiene retorno. Todas las demás versiones de El Gran Gatsby parecen una kermesse de barrio comparado con el despliegue que esta película tiene. La década del 20 parece más la década del 20 que la verdadera. New York es más New York que la verdadera. Eso es el cine. New York en la década del 20, con su locura, su euforia, con el desastre a la vuelta de la esquina es el marco en el cual se desarrolla esta historia. El Gran Gatsby es tan interesante como su personaje protagónico pero la película deja con la boca abierta en cada escena. Carraway, como los espectadores, irá tratando de entender quien es realmente Gatsby. Como pasaba en las películas de Orson Welles (El ciudadano, Mr. Arkadin, Sed de mal) nos intriga la verdadera naturaleza de ese personaje enigmático, acusado de los peores crímenes y posiblemente un fraude. Aquí las revelaciones serán tan majestuosas que la mirada de Carraway sobre el mundo que lo rodea ya no podrá ser igual. Luhrmann, el mismo director de Romeo y Julieta (la versión con Di Caprio) y de Moulin Rouge tensa las cuerdas del melodrama hasta lograr que una historia tan conocida parezca nueva. Su majestuoso estilo visual se impone desde el comienzo, aun aquí se lo encuentre más sobrio que nunca. Luhrmann ha descubierto que la tecnología actual permite crear imágenes tan bellas como las del cine clásico y a la vez tan reales como las del cine posterior. Lo mejor de dos mundos. Aunque claro, no se imponga jamás una idea realista del cine. La banda de sonido moderna, que incluye a Lana Del Rey entre muchos otros, da cuenta de cómo Luhrmann cree más en su obra que en las convenciones del cine. Y si acaso Di Caprio interpretando a Gatsby merece un Oscar, lo mismo merecen la dirección de arte y el vestuario del film, que son inolvidable. La última parte del largometraje es de un romanticismo abrumador. No se puede adelantar nada de la trama, pero sí vale la pena decir que El Gran Gatsby es un melodrama digno del siglo XIX, escrito en el siglo XX y llevado de forma brillante a la pantalla en el siglo XXI. Los temas del film trascienden a la época. La grandeza del director consiste no solo en mostrarlo, sino en demostrarlo en cada imagen del film.