El gran Gatsby

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Una película irregular y sin intención crítica

Este filme del australiano Baz Luhrmann es la quinta versión de la novela de Francis Scott Fitzgerald, uno de los grandes clásicos de la literatura norteamericana del siglo XX, que el autor escribió en 1924 en la Riviera francesa, después de abandonar la festiva y alocada escenografía de Nueva York, en la era del jazz, el charleston y los famosos "años locos" de la década de 1920.
La primera versión se remonta a la época del cine mudo y fue dirigida por Herbert Brenon un año después de la publicación de la novela. La segunda la firmó en 1949 Elliott Nugent, con la actuación de Alan Ladd y Betty Field.
La tercera la dirigió en 1974 el británico Jack Clayton, con Robert Redford y una joven Mia Farrow, sobre un guión de Francis Ford Coppola; y la cuarta es un filme para la televisión realizado en 2001 por Robert Markowitz, con Toby Stephens y Mira Sorvino.
El relato comienza con Nick Carraway y su médico psiquiatra, que le sugiere escribir sobre su pasado, desde su radicación en Nueva York en la primavera de 1922, después de egresar de la universidad. Fitzgerald lo convierte en su alter ego y en el narrador de la historia.
Nick trabaja en la Bolsa y se instala en una modesta casa en Long Island, contigua a la fastuosa residencia de Jay Gatsby, un enigmático millonario que celebra colosales fiestas, a las que se puede concurrir sin invitación. El único que recibe una invitación formal es Carraway.
Nadie conoce bien a Gatsby, quien nació James Gatz. Algunos dicen que es primo del emperador alemán; otros le adjudican la condición de espía durante la Primera Guerra Mundial e inclusive ser autor de un asesinato.
Gatsby le confiesa a su vecino que en su juventud estuvo enamorado de Daisy, la prima de Nick, que luego se casó con Tom Buchanan, un zángano aristócrata, afecto a todos los deportes.
También le comenta que entonces no pudo concretar su relación con Daisy porque era pobre, pero ahora, ya millonario, su objetivo es reconquistarla. Y para concretar su objetivo, Gatsby pretende utilizar la mediación de Nick.
La evaluación de la historia revelará el precio que Gatsby deberá pagar por ese sueño, en el marco social donde lo único auténtico son los libros de su biblioteca. Cabe acotar que Fitzgerald anticipó el final de ese jolgorio, que ocurrió con el crack de 1929 y la Gran Depresión económica.
Pero al igual que Clayton, también Luhrmann prefirió sacrificar la intención crítica de la novela de Fitzgerald, en beneficio de una pintura de los usos y costumbres de la alta sociedad de la época evocada y, fundamentalmente, de la conflictiva relación de Gatsby, Daisy y Tom.
En la película es posible diferenciar dos segmentos: el primero recrea el frenesí de los "años locos", que en este filme tiene como principal escenario la mansión de Gatsby, mientras que en el segundo el director centra la atención sobre el filón romántico de la historia.
Luhrmann retoma el ampuloso estilo visual y sonoro que había esgrimido en Moulin Rouge . Mezcla géneros narrativos y temas musicales, y obtiene un fresco irregular, donde demuestra una mayor habilidad para la puesta de las secuencias masivas que en las escenas íntimas.
Di Caprio concreta una buena actuación, aunque sin alcanzar la convicción total, y lo mismo puede decirse de Tobey Maguire, quien no era el actor para encarnar al asombrado y problematizado Nick. Otro tanto ocurre con Carey Maguire, bella pero sin la pasión que reclamaba su personaje.