El gato desaparece

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El mejor Sorín reaparece

Luego de su trilogía de road-movies pueblerinas con personajes entrañables interpretados por no-actores (que empezó muy bien con Historias mínimas, y luego se fue degradando con Bombón: el perro y sobre todo con El camino de San Diego), Sorín se propuso una experimentación visual sokuroviana (para mí bastante fallida) con La ventana y ahora, con El gato desaparece, se sumerge en el thriller psicológico chabroliano sobre las miserias de la burguesía intelectual. El resultado, esta vez, es por suerte bastante más convincente.

En el arranque, Sorín sitúa el relato en el ámbito tribunalicio, donde varios peritos y un juez discuten respecto de si aprobar o no la salida de un paciente de un neuropsiquiátrico. La persona en cuestión es Luis (Luis Luque), un prestigioso profesor universitario que ha agredido físicamente a un colega al que acusa de robarle las principales ideas de una investigación en la que ha invertido muchos años de trabajo. Los especialistas y el magistrado acuerdan en que el protagonista está en condiciones de retomar su vida normal y, así, regresa a la casa ante la ansiedad de su esposa Beatriz (Beatriz Spelzini). Si bien ambos llevan 25 años casados, el reencuentro no es todo lo natural y fluido que podía esperarse. Ninguno de los dos parecen los mismos y las tensiones, los reproches no tardarán en aflorar.

Los personajes secundarios que pululan por la casa (la empleada doméstica, la hija y su novio, los alumnos de él y hasta el gato del título) sirven para exponer otros puntos de vista respecto de la creciente paranoia y la desconfianza que van surgiendo en el seno del matrimonio. La idea de un viaje a Brasil para calmar las aguas y recomponer la relación de pareja no hace otra cosa que tensionar aún más la cuerda.

Sorín maneja el film en un tono tragicómico (va de situaciones cercanas al terror hasta estallidos de humor absurdo) y, si bien no siempre los climas son del todo logrados (algunos incluso encontrarán un poco abrupto el desenlace), se trata de una interesante, impiadosa mirada a las contradicciones de la clase media, que recupera varios aspectos destacados del director de La película del Rey (su ingenio, su pulso narrativo, su dirección de actores). No es una película redonda, es cierto, pero sí una muy atendible.