El gato con botas

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Sólo un gato... con botas

Si algo bueno dejó la saga de Shrek, que se fue desmoronando paso a paso, fue el personaje de El gato con botas: siempre haciendo las veces de comic relief, mantuvo su encanto en las tres películas en las que apareció y le robó ese lugar al más bien insufrible Burro. Demostrando que esto era algo más que una sensación individual de cada espectador, Dreamworks decidió que allí había algo más que un personaje simpático; además había un personaje capaz de soportar sobre el lomo (nunca más preciso el barbarismo) una película. Y viendo los resultados, una película que es menor y relativamente intrascendente -intrascendente porque no inaugura ni revela un universo estimulante que pueda contener otras múltiples lecturas y niveles más allá de lo que expone-, pero que tiene la habilidad de ser divertida, veloz, simpática y, casualmente, inteligente en su chiquitez e intrascendencia. Gato con botas, de Chris Miller, teniendo al personaje indicado como protagonista se decide a contar una aventura ligera y pasatista, y lo hace de manera orgullosa y honesta.

Hay varios aciertos formales: por empezar, el personaje no cambia un ápice de lo que ya conocíamos, y se le agregan algunas cuestiones mínimas del pasado que refuerzan ese carácter huidizo y chapucero que ha tenido: este Gato con botas es una mezcla -bueno, siempre lo ha sido- de la creación de Charles Perrault con el folletinesco Zorro, incluso con la particularidad de que Antonio Banderas le dio nueva vida al espadachín de la serie televisiva y le dio la voz a este felino aventurero. Pero además, el film mantiene una estética visual y temática heredada de la saga de Shrek, incluso con esa fusión libre de personajes populares y cuentos clásicos, siempre bajo la pátina de la parodia. Sin embargo, donde Miller acierta es en limitar aquella autoconciencia pop que había hecho del ogro verde ya una sucesión de chistes estúpidos y sin gracia.

Y otra cosa que sigue de las Shrek, es la atractiva utilización de la música, incluso aquí de una forma mucho más coherente que en aquellas películas: lejos de la recurrencia a las canciones pop, aquí se da uso del flamenco, de las guitarras españolas, del baile y de las palmas, en una partitura excelente, que remeda los clásicos del cine de aventuras épicas, a cargo de Henry Jackman. De hecho, uno de los momentos más divertidos es aquel en el que Gato con botas conoce a Kitty, una ladrona de manos muy peludas y suaves, que se convierte en el interés romántico del héroe: llegan a una taberna donde hay un concurso de baile, y el film toma una velocidad de cartoon, donde el ritmo y los chistes corren en paralelo con la cadencia que marca la música. Y Kitty es un interés romántico que, lejos del conservadurismo familiar de Shrek, es aquí aventura, acción, intrepidez, ritmo, diversión. Básicamente, Gato con botas reúne al protagonista con Humpty Dumpty (el huevo aquel que todos conocen, un villano no demasiado logrado), un amigo de la infancia y adolescencia de Gato, y un vínculo construido sobre traiciones cruzadas. Ambos se embarcarán en la búsqueda de las habichuelas mágicas, por allí aparece también la gansa de los huevos de oro, y tenemos listo el pastiche de cuentos clásicos a lo Shrek.

Tampoco vamos a poner a este film por los cielos, Gato con botas es básicamente un personaje, un gesto, un cuerpo que está definido por propia esencia como un relato de aventuras, pero muy pocas veces es una película estimulante. Por eso, funciona más cuando estalla la acción que cuando los personajes intentan explicarse o justificarse: por eso el fracaso de Humpty Dumpty, carácter que está impedido de la aventura. En ese sentido, el guión es más que inteligente y plantea unos conflictos bastante simples que no ralenticen la acción. Con sus limitaciones, con sus chistes que no siempre funcionan y a veces se repiten, con su apuesta a lo mínimo muchas veces superado por el apabullante diseño visual -como si los creativos le pusieran más empeño a lo que se ve que a lo que se dice o se cuenta- Gato con botas es todo lo divertida y entretenida que, por ejemplo, debería haber sido Cars 2 apelando a los relatos de espías y acción. Y lo es básicamente porque es totalmente consciente de sus limitaciones. Anótenlo por ahí, porque no creo que suceda otra vez: 2011 fue el año en el que con Kung fu panda 2 y Gato con botas, Dreamworks le ganó por goleada a Pixar. Así estamos…