El gato con botas

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

En busca de las habichuelas mágicas

Sin lugar a dudas de todos los personajes que pulularon en el “universo Shrek” el que más se merecía su propia aventura animada era El Gato con Botas, aquel minino heroico que conocimos en la segunda parte de la franquicia, allá por el 2004. En gran medida gracias al carisma y buen humor de Antonio Banderas, el pequeño secundario se destacaba por sobre un entorno que paulatinamente se fue achatando y volviéndose más enclenque: los dos últimos eslabones constituyeron casi el opuesto exacto de las dos primeras entradas debido a la repetición de las fórmulas, la nulidad absoluta del trasfondo y cierta endeblez general.

Aunque Gato con Botas (Puss in Boots, 2011) se mantiene fiel a esa ensalada prototípica que combina la comedia directa, el tono satírico y las múltiples referencias a los cuentos de hadas y la literatura para niños, en esta ocasión la gente de DreamWorks levanta la puntería al optar por un enfoque más clasicista que deja de lado la colección de citas sueltas y privilegia una historia con algo de sustento: desde ya que en el éxito del convite también juega un papel fundamental el hecho de que nadie esperaba demasiado del cineasta Chris Miller, aquí lavando culpas luego de la anodina Shrek Tercero (Shrek the Third, 2007).

La película funciona como un spin-off con un planteo de precuela independiente por completo de los avatares relativos al ogro verde y su séquito: reproduciendo el eje amistad- traición- venganza, la estructura incluye el eterno devenir de Jack y las Habichuelas Mágicas, el paradigma del conflicto fraternal y un sinnúmero de alusiones al mundo de las más populares canciones de cuna anglosajonas (Humpty Dumpty, Jack y Jill, Mother Goose, etc.). Por suerte el equipo de guionistas construyó una trama coherente y disfrutable que aprovecha los rasgos distintivos de la criatura de Perrault subrayando sus paradojas.

Ubicándose por debajo de la maravillosa Megamente (Megamind, 2010) y al mismo tiempo superando a la mediocre Shrek para siempre (Shrek Forever After, 2010), la realización reduce el componente caricaturesco de los CGI, apuesta a un desarrollo leve pero eficaz e incorpora con ingenio el 3D a la narración, logrando a fin de cuentas que no resulte forzado. Otro detalle curioso, que como los anteriores no lo sería si no estuviésemos hablando de un Hollywood contemporáneo tan esquemático, pasa por las sutiles escenas de acción: la ausencia de toques bombásticos corrige toda esa parafernalia hueca de antaño…