El ganador

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

La contienda infinita

El ganador puede parecer una remake de Rocky, tal vez menos infantil y machista, pero aquí la sociología primitiva de los filmes de Stallone es sustituida por una aproximación política y psicológica más compleja. La lucha excede al cuadrilátero y el entrenamiento concomitante; la contienda es secretamente otra, y el verdadero rival es incorpóreo.

Inspirada en hechos reales, las vidas del campeón tardío Micky Ward (Mark Wahlberg), oriundo de Lowell, Massachusetts, y de su hermano mayor, Dickie (Christian Bale), boxeador eximio y posterior coach de su hermano menor, excede a la dialéctica del éxito y el fracaso. Símbolo del desarrollo de la industria textil en el siglo XIX, Lowell, en la década de 1990 no era otra cosa más que un páramo posindustrial y un emblema de la precariedad de la clase trabajadora. Desde el inicio, El ganador sitúa su relato en un contexto familiar y social. Su costado deportivo es casi anecdótico, pues esencialmente la película funciona como un retrato político e incluso antropológico.

El heterodoxo matriarcado liderado por una madre, aquí devenida en manager de su hijo boxeador, va mucho más allá de un detalle en la vida de Micky. Es la revelación de cómo un sistema económico y una cultura rudimentaria se inscribe en la intimidad e interacción de quienes viven en esas coordenadas.

El relato es sencillo y lineal: del hundimiento casi insoslayable de la carrera de Micky, un boxeador ya en edad madura, El ganador mostrará su inesperado resurgimiento y posterior coronación como campeón del mundo en su peso, tras vencer agónicamente a Shea Neary en marzo de 2000.

Pero lo que parece importarle a Russell son las circunstancias paralelas en la vida de Micky: desde el encarcelamiento de su hermano y la superación de su adicción, pasando por una ruptura momentáneo con toda su familia, hasta convertirse en campeón, el gran combate de Micky no le resultará desconocido a cualquier sujeto que haya conquistado su propia autonomía: diferenciarse de su familia y doblegar las condiciones que impone pertenece a una clase es una pelea durísima.

Entre el desempleo y la precariedad, El ganador sintetiza un poco el mito por antonomasia de la sociedad americana: la voluntad de un individuo lo puede todo. Lo interesante es que al mismo tiempo Russell sugiere difusamente su opuesto: del trabajo colectivo (y familiar) pueden surgir respuestas insólitas para atravesar la escasez y la inequidad propia de un sistema económicamente perverso, sin perder la dignidad y sin traicionar la decencia.