El ganador

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Levántate y anda (a noquear)

Este película sobre las historia "real" del boxeador Micky Ward y la relación de amor-odio con su medio hermano y entrenador Dicky estuvo a punto de ser dirigida por Darren Aronofsky, quien finalmente abandonó el proyecto para rodar El cisne negro (ahora, una de las rivales de El ganador en la lucha por los premios Oscar y que casualmente se estrena en la Argentina el mismo día).

De haber aceptado, Aronofsky -quien de todas maneras figura como productor ejecutivo de El ganador)- habría narrado una historia con muchos puntos de contacto con El luchador, la película que sirvió para reencauzar su carrera y revivir la de Mickey Rourke. Es la típica épica de un atleta ya veterano, con demasiados golpes encima, que logra reinventarse y volver a los primeros planos, a pesar de las miserias familiares y del negocio. O sea, nada que no se haya visto ya en decenas de incursiones en el subgénero boxístico, desde Toro salvaje hasta Rocky, pasando por Million Dollar Baby.

Sin embargo, a pesar de que El ganador adscribe a no pocas convenciones (si quieren: lugares comunes), David O. Russell -el talentoso realizador de Secretos íntimos, Flirting with Disaster y Tres Reyes- logra “domesticarlos” y trascenderlos en pos de un intenso relato popular (en el buen sentido) que genera admiración e identificación.

A algunos colegas les irritó bastante la subtrama sobre la familia numerosa de origen irlandés con una madre dominante y manipuladora (la gran Melissa Leo), siete hermanas de temer, un hijo drogadicto que sigue viviendo de los recuerdos -¿reales?- de sus cinco minutos de gloria como ex boxeador (el Dicky de Christian Bale) y el sufrido protagonista (Mark Wahlberg), sobre quien está depositado buena parte del futuro del grupo. A mí, en cambio, no sólo no me molestó (como tampoco lo hizo la veta romántica con el personaje de Amy Adams) sino que le da al film un buen contrapeso dramático frente a la épica deportiva que arranca en 1993. En el medio, además, está la dinámica barrial en Lowell, Massachusetts y la del gimnasio donde entrenan, así como el rodaje de un documental que HBO le dedica al personaje Dicky, que no es precisamente sobre sus hazañas boxísticas sino sobre su adicción al crack.

La presencia de HBO o ESPN en la historia no es antojadiza sino que tiene que ver también con el creciente poder que las cadenas televisivas fueron adquiriendo dentro del negocio. Es más, en un logro más de la puesta en escena, Russell filma las escenas de box con la misma estética utilizada por dichas cadenas en sus transmisiones televisivas. El aporte físico de Wahlberg es notable, ya que no sólo parece un profesional sobre el ring sino que además imitó la particular forma de pelear de Irish Ward.

Para casi todo el mundo, la gran actuación del film es la de Bale. Para mí, si bien es funcional, resulta en muchos aspectos efectista. En cambio, el trabajo más contenido (y claramente más generoso) de Wahlberg resulta bastante más logrado (¿adivinen quién ganará el Oscar y quién no?). En todo caso, la película se beneficia de este duelo de estilos interpretativos. Cada espectador, como siempre, será una suerte de jurado y elegirá a su propio ganador.