El exorcista del papa

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No, no estamos ante una película -y un título- que se aprovecha y utiliza dos palabras -exorcista y Papa-. El exorcista del Papa existió, fue el padre Gabriele Amorth, que sirvió durante 30 años en el Vaticano y que, aquí encarnado por Russell Crowe, anda en motoneta.

Así que a las películas que se centran en la práctica de exorcismos a individuos indefensos, que por alguna extraña razón han sido elegidos por algún demonio -porque si algo aprendimos estos años viendo películas de exorcismos es que estos ángeles caídos son muchos, no uno solitario-, aquí se le suma el actor que ganó un Oscar por Gladiador.

Y que nunca, pero nunca había actuado en una película de terror.

Buena, alguna de terror, por floja, el neozelandés sí hizo. No es el caso.

Crowe le imprime al padre Gabriele algo así como una desacralización al cura motoquero. No solo por la moto -raro que viaje de Roma a España en motoneta, cuando el Papa le encarga un exorcismo, pero bueno, eso es lo que se ve- sino porque Gabriele bromea con las monjas, a las que les dice “Cucú”, y hasta con algún demonio.

O sea, es un cura como de pueblo, pero que se las sabe todas.

O casi.

70.000 exorcismos
Tras el primer exorcismo que vemos, de los 70.000 que practicó -a varios poseídos debió practicarles más de uno, porque a veces les costaba más que otras-, el Papa Juan Pablo II le hace el encargo del que hablábamos. Un Juan Pablo II, te quiere todo el mundo, el que vino a la Argentina en épocas de Malvinas, y que interpreta un Franco Nero con barba. ¿Recuerdan al Papa Juan Pablo II con pelos en la cara? Una licencia, que le dicen.

Gabriele llega a ese pueblito español. En una vieja abadía un joven (Peter DeSouza-Feighoney, en su primera actuación) está poseído. El lugar estuvo abandonado por años, y la madre de Henry llegó hasta ahí luego de la muerte de su esposo, para reacondicionarla y vender la propiedad.

Ah, desde que murió su padre, Henry no pronuncia palabra.
Ya van a ver, y escuchar, las asquerosidades que le dice a Gabriele, a la madre, a su hermana y al curita hispano que compone Daniel Zovatto.

La vuelta de tuerca, sin spoilear, es cierto secreto guardado por allí.

Julius Avery, que había dirigido la tremenda Operación Overlord, sobre soldados estadounidenses que se topaban con “algo” espeluznante el mismísimo Día D en la Segunda Guerra Mundial, mete sus buenos sustos, siempre y cuando uno no haya visto muchas películas de exorcistas.

Escuchar a Crowe hablando en italiano es algo raro, pero uno se acostumbra. Y supongo que es mucho mejor que escucharlo así, que en las copias dobladas al castellano, donde se da en algunas salas en todos los horarios. Cosas del demonio.