El estado de las cosas

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Hay cosas que tienen un valor mucho más grande e importante que el material. Hay objetos que cuentan una historia. Que forman parte de otras. Que representan algo o a alguien que ya no está. Que rememoran cosas buenas y a veces no tanto.
Objetos que cuentan una historia pero al cambiar de lugar y de manos, comienzan a escribir una nueva. El fetichismo a flor de piel. ¿Por qué a veces no podemos deshacernos de ciertos objetos? ¿Cómo a veces ganamos algo más que ahorrar unos pesos al adueñarnos de algo que de repente queda sin dueño?
Bueno, "El estado de las cosas" se enfoca en unas pocas personas que tienen una relación muy personal con determinados objetos. Porque hay gente que no puede deshacerse fácilmente de algunas cosas, y hay otras que necesitan hacerlo rápida y efectivamente.
En especial, tras una muerte. Coleccionistas y vendedores dan testimonios en este documental, cada uno de ellos teniendo en común un respeto necesario hacia los objetos y la relación que algunas personas tienen con ellos.
En esta película de Joaquín Maito y Tatiana Mazú se intenta ahondar a través de testimonios en algunas de estas cuestiones. El registro parecería casi no estar editado, hasta tal punto de a veces quien habla ser interrumpido por un teléfono que suena o una voz de afuera que lo llama, y la cámara no se corta. Ésta es una de las decisiones que hace que a esta película se la perciba tan honesta.
70 minutos son suficientes para que la película no haga más que un pequeño retrato sobre la importancia de los objetos en nuestra vida, y nuestra relación para con ellos. Desde escenarios como un supermercado, donde las marcas invaden nuestra retina, hasta casas de antigüedades donde se preserva y revenden objetos por un valor más accesible.
Una película chiquita y honesta, con más corazón que aquellos programas de History Channel a los que rememora, más allá de apostar al humor y al absurdo, especialmente a la hora de retratar la subasta.