Escuadrón Suicida

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA BANALIDAD DEL MAL

Es mucho más interesante pensar y analizar Escuadrón suicida por lo que no fue, por todo lo que amagó a ser, por lo que posiblemente quedó en la mesa de montaje, por las idas y vueltas detrás de cámara, que por lo que finalmente se vio en pantalla, que es realmente flojísimo y encima, carente de interés, porque ni siquiera es un desastre divertido.

El despiole que es Escuadrón suicida tiene una larga historia, que incluso trasciende su propia producción. Posiblemente toda la culpa sea de Marvel y Disney: después del éxito de la trilogía de Batman realizada por Christopher Nolan, que incluyó esa obra maestra que es El caballero de la noche, el estudio pensaba hacer lo mismo con Superman y El hombre de acero (aún con sus limitaciones) era un auspicioso primer paso. Pero el éxito arrollador de Los Vengadores y de todo el Universo Cinemático de Marvel casi que forzaron a Warner y DC a armar su propio universo como respuesta. Claro que lo hicieron a las apuradas, sin pensar un tono unificador y apostando a guiños o nombres potentes (como el de Ben Affleck) antes que en un mundo que tenga algo sólido que decir. Y entonces sucedió Batman vs Superman: el origen de la justicia, que quiere contar muchas cosas pero al final no cuenta ninguna.

A partir de la mala recepción del film de Zack Snyder, Warner comenzó a vacilar, repensando sobre la marcha el tono oscuro y retorcido construido inicialmente para Escuadrón suicida, aplicando cambios que llevan a que la película sea una suma de cálculos errados y un desorden absoluto. Da para preguntarse para qué el estudio contrató como director a David Ayer: teniendo en cuenta que había dirigido films como El sabotaje y Corazones de hierro, además de haber escrito el guión de Día de entrenamiento, lo que seguramente podía aportar era crudeza, fisicidad, violencia. Pero eso aparece a cuentagotas, notándose demasiado las indecisiones en la producción, las marchas y contramarchas, e incluso la redacción apresurada de un guión que tuvo que ser escrito por Ayer en apenas un mes y medio.

Se pueden entender fácilmente la inconsistencia, las dudas, la necesidad de complacer a todo el mundo y cómo no termina satisfaciendo a nadie, sólo con analizar la participación del Guasón: es un personaje que no tiene nada que hacer en la trama más que funcionar como guiño complaciente para los fanáticos, que por ende es presentado de una manera totalmente administrativa y que sólo aburre o irrita, fruto en buena medida de la interpretación de Jared Leto, que hace un montón de morisquetas y nada más, repitiendo en buena medida el procedimiento de Jesse Eisenberg con su Lex Luthor. Pensemos un segundo: ¿este Guasón está en condiciones de enfrentarse al Batman de Affleck? No, porque no está en condiciones ni de enfrentarse al Batman de Adam West.

Si el Guasón es innecesario, el Deadshot que compone Will Smith es el Príncipe del Rap pero con armas; la Harley Quinn de Margot Robbie es una apología del sexismo (es llamativa la cantidad de veces que enfocan su culo para dejar en claro que todo el mundo le mira el culo); el resto del equipo protagonista tiene poquísimo desarrollo; hay personajes, como el de Slipknot (Adam Beach), que sólo están en función de comprobar algo; los villanos no tienen una motivación y quedan enterrados en la intrascendencia; hay una acumulación casi enfermiza de guiños cancheros; y la banda sonora es un compendio de lugares comunes y previsibilidad como no se escuchaba desde El clan.

Lo cierto es que la aturdidora y vacua película que es Escuadrón suicida puede agruparse junto a otros films del Hollywood más reciente, como Día de la Independencia: contraataque o Warcraft: gigantescos, banales, sin objetivos claros, tan temerosos de sí mismos y sus propuestas que sus descarrilamientos son consecuencias de sus propias inseguridades. Frente a eso, nada mejor que tanques enormes, pero por sus inquebrantables convicciones, como Cazafantasmas. Mientras tanto, el universo de Warner y DC sigue con una autoindulgencia que sólo disfraza su desorientación y falta de ideas.