Escuadrón Suicida

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

Villanía Dietética

Si Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016) tuviera aunque sea un poco de la personalidad que la campaña publicitaria ha estado ostentando desde que se “filtró” el primero de sus incontables avances sería una película, si no muy buena, satisfactoria. Qué decepción que luego de tanto alarde de anarquía e irreverencia el film se resuma de una manera tan hirientemente mediocre.

El chiste de la historia es que los protagonistas son un equipo de villanos – “lo peor de lo peor” – armado por el gobierno de EEUU como plan de contingencia llegado el caso en que decidan hacerle la contra a superhéroes como Superman y retener el poder de denegación. Buena premisa. El principio de la película es prometedor en este aspecto, mientras se van introduciendo uno por uno los integrantes del escuadrón (al compás, un poco apurado, de una playlist de hits tipo “House of the Rising Sun”, “Sympathy for the Devil”, “Seven Nation Army”, etc).

Está Deadshot (Will Smith), un asesino a sueldo que nunca erra un tiro; Harley Quinn (Margot Robbie), la desquiciada novia del Guasón (Jared Leto); El Diablo (Jay Hernández), que puede invocar fuego a voluntad; Jay Courtney como el patético Capitán Bumerang y Adewale Akinnuoye-Agbaje como el monstruoso Killer Croc. Los dirige el mundano Rick Flag (Joel Kinnaman), que tiene de guardaespaldas a Katana (Karen Fukuhara), una samurái enmascarada.

El elenco es bueno pero sobrecargado; basta decir que Will Smith y Margot Robbie son la mejor parte y demuestran una química similar a la que tuvieron en Focus: Maestros de la estafa (Focus, 2015). Smith no compone a un personaje muy distinto a su figura pública, pero lo hace con gusto y carisma; Robbie es sobresaliente como la sexy, caprichosa y desequilibrada Quinn y se roba todas las escenas. Inútil mencionar al Guasón de Leto: aparece poco y nada, y su rol en la trama es tan inconsecuente que ni vale la pena empezar a compararlo con Jack Nicholson o Heath Ledger.

Es en el segundo acto que la historia trepida y nunca se recupera del todo, cuando confirmamos que Escuadrón Suicida no tiene muy en claro qué hacer con el resto de la película. De la nada se inventa un conflicto que es el equivalente, en esfuerzo, a una cena de microondas: una ciudad cualquiera se convierte de repente en un campo de batalla apocalíptico – culpa de la bruja Enchantress (Cara Delevinge) – y el Escuadrón Suicida va a tirotearse con zombies (o algo por el estilo) y desbaratar uno de esos rayos de energía que siempre surgen en estas situaciones, apuntando al cielo y generando un torbellino de porquería alrededor, cosa de ofrecer un punto obvio de ataque. El Escuadrón no hace nada que ningún grupo de superhéroes haría en cualquier otra película de DC o Marvel, lo cual plantea la siguiente cuestión: ¿en qué cambia que sean, técnicamente, villanos? La película no tiene una buena respuesta.

Todo este espectáculo sacia de la forma más frívola y genérica posible, y una película mejor estructurada hubiera condensado el grueso de la acción en el tercer acto en vez de sobresaturar toda la cinta. De vez en cuando hay alguna escena simpática en la que los personajes hacen puesta en común, pero generalmente se los desaprovecha – junto al resto de las buenas ideas. No hay nada particularmente malo u ofensivo acerca de Escuadrón Suicida, pero el fracaso en ser la película que pretende ser es evidente cuadro por cuadro.