El escarabajo de oro

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Una de piratas

“Construir máquinas de ficción que se emancipen de su origen, que se echan a andar de manera incontrolable”
Mariano Llinás

Una adaptación de El escarabajo de oro de Edgar Allan Poe. Hecha en Argentina en el año 2014. Si la película fuera solo eso, sería ya una rareza en el cine argentino. Pero no es solo eso, también es una relectura de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, desde el punto de vista de los piratas. Y bastan los primeros minutos –los títulos- para saber que no son esas las dos únicas fuentes del relato. También hay textos de Leandro N. Alem y Victoria Benedictsson, cosa inexplicable en teoría, pero que tienen absoluta justificación en la trama. La película juega, como en otros films de El Pampero Cine dirigidos por Mariano Llinás (acá guionista), con la voz en off. No una, sino varias, en diferentes idiomas, tiempos y estilos. Contar historias, de eso se trata, contar y no parar de contar historias. A los nombres ya citados, y con el único fin de armarle un árbol genealógico, hay que sumarle la comedia alocada de Ernst Lubitsch, Jean Renoir y Luis García Berlanga, hayan sido influencias directas o no de esta película. También el espíritu de la literatura de Jorge Luis Borges se reconoce en la forma de jugar con la historias, en la frondosa cantidad de referencias y en la forma en que lo real y lo apócrifo se mezclan sin poder identificar cual es cual.

La historia es la de un equipo de rodaje que trabaja en una coproducción con una directora danesa acerca de la vida de una escritora sueca pionera del feminismo. Al mejor estilo Hawks, la película arranca ya con el conflicto avanzado. Un actor amigo de los realizadores llega con la noticia de un tesoro escondido en Misiones. En pocos minutos empiezan a alterar todo el plan de rodaje para conseguir hacerse de ese tesoro. Como la película está basada la más famosa de las novelas de piratas, no es raro que el tono irreverente y algo melancólico del libro se extienda al relato. Las historias de piratas son cómicas, son farsas, y El escarabajo de oro es en ese aspecto una verdadera historia de piratas. También estamos frente a un caso de cine dentro del cine. La forma en que el plan de rodaje cambia y se encamina en nuevas direcciones, respira el mismo aire de libertad que la propia realización de la película tiene. Imposible no disfrutar de tanto cine.

Una banda de sonido también fuera de serie, responsabilidad de Gabriel Chwojnik, aumenta la euforia desde el comienzo de la película, colocando al espectador en ese clima que es muy difícil encontrar en el cine contemporáneo, destinado en muchos casos al espectáculo vacío o al minimalismo también vacío de interés o encanto alguno. Como Relatos salvajes, el film más taquillero del cine argentino actual, El escarabajo de oro se arriesga, apuesta, cuenta algo, desea sorprender al espectador. No es tan común en el cine independiente –realmente independiente es El escarabajo de oro, tanto que ni pasó por el INCAA- que alguien ponga tanto énfasis en el relato, en el entretenimiento, en un espíritu folletinesco y rocambolesco que parece destinado solo al mejor cine popular, como lo fue antes para la literatura popular del siglo XIX. No hay que reclamarle nada a las demás películas, cada uno hace el cine que quiere. El que más me gusta a mí es el que hacen en la película acá analizada. Sin embargo no se puede decir que existan muchas películas como estas. Es más bien el espíritu, la diversión y los referentes culturales que han tomado lo que hace que a mí me gusta. Pero no sabía que se podía hacer una película como esta, sin duda hay una enorme modernidad en la forma que eligen para contar esta historia tan de otra época. No hay que contar toda la trama, le deseo al espectador que se sorprenda como yo me sorprendí. Lo quiera o no, esto va a ocurrir de todas maneras. Nunca se sabe que ocurrirá en la próxima escena. Es más que no saber lo que ocurrirá. El espectador no puede saber en qué lugar transcurrirá la siguiente escena, ni tampoco en que siglo va a transcurrir en incluso no hay manera de adivinar en qué idioma estará hablada la siguiente escena. Una maravilla, una caja de llena de sorpresas que no paran de asomar en cada momento.

De todo hay en la película, por decirlo de manera simple. Hasta hay algún homenaje a Mouchette de Robert Bresson suelto por algún lugar de la película. ¿Cuántas cosas habrá en El escarabajo de oro que el espectador no descubrirá? Imposible saber, pero justamente ahí radica su encanto. Esa sensación de exceso, de inagotable fuente de ideas que aparecen en el film, es uno de los motivos por los cuales El escarabajo de oro transmite una enorme alegría. No existe una única forma de hacer cine, esto es más que obvio, pero al ver esta película uno siente que en el cine debería habitar siempre esta convicción para contar historias. Fuera del circuito comercial convencional, pero con aires de cine de culto, El escarabajo de oro no es una gran noticia para el cine argentino, es una gran noticia para el cine en general. No solo el arte de narrar está vivo, también lo está la comedia, la aventura del siglo XIX y el deseo de mantener en vilo al espectador de una punta a otra de una historia.