El escarabajo de oro

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Creada por Mariano Llinás, El Pampero Films no es una productora cinematográfica argentina del montón. Tiene una identidad propia (“Hacer películas y sobrevivir como se pueda”, supo decir Llinás), siempre trabaja por fuera del INCAA y funciona como el caldo de cultivo de otros cineastas. Como Alejo Moguillansky, quien supo llamar la atención con Castro, su ópera prima en solitario (ya había co-dirigido La Prisionera, con Fermín Villanueva). Luego hizo El Loro y el Cisne, y ahora llega su nuevo largometraje, de nuevo en co-dirección.

El Escarabajo de Oro se titula igual que el cuento de Edgar Allan Poe, y está basado en ese texto (y en otros más, como indican los créditos del comienzo, como La Isla del Tesoro, de Stevenson… desde el punto de vista de los piratas). Pero, sobre todo, es una historia de cine dentro del cine... dentro de la misma película.

Rafael Spregelburd (haciendo de sí mismo) se acerca al rodaje de la próxima película de Alejo: la biografía de una escritora feminista sueca del siglo XIX. Un ambicioso film con capitales alemanes y franceses. Aunque el rodaje debe llevarse a cabo en Buenos Aires, el actor convence a todos de mudar la producción a Leandro N. Além, un pueblito de Misiones, aunque eso implique filmar otra clase de historia, ya que en esa provincia se encuentra un legendario tesoro que podría volverlos ricos. El resultado: el equipo técnico parte para allá, con la excusa de filmar, de manera repentina, una biografía de Além. Todo será un combo de engaños, ambiciones, conspiraciones y, de paso, cine.

Moguillansky, junto a la cineasta sueca Fia-Stina Sandlund, fabrica una divertida broma que, aunque funcione para entendidos -por lo general, los consumidores y realizadores de las películas de El Pampero y los asiduos a festivales de cine- no deja de perder su gracia.

Como es habitual, Spregelburd se roba sus escenas y deja en claro que puede ser estupendo hasta interpretando una versión satírica de su propia persona. Lo acompañan los mismísimos realizadores, quienes delante de cámara también cumplen una función paródica, empezando por Llinás. La realidad y la fantasía más delirante se combinan en la trama de El Escarabajo de Oro, en la que los personajes serán arrastrados por sus propias miserias y sueños materialistas, siempre en un contexto de hacer cine.